-Raph
-Raphael. Ayuda
-Ten piedad
"¡CALLAOS!"
Otra vez, esas voces, molestándome desde los 3 años; se fueron yendo, poco a poco, dejándome con esas palabras:
-Rey de los muertos, no nos mates
Sigo sin entenderlo. ¿Rey de los muertos? ¡NO TIENE SENTIDO!
-¡Agg!-, otra vez ese dolor. Ese dolor en mi pecho, pero no ese de tristeza o de mal amores, es de contener algo, que debes liberar. Algo que me cogía toda mí energía vital.Me fui poniendo de pie, ya que me encontraba de rodillas por el dolor que me daban esas voces. Me tuve que apoyar en la pared, me sentía demasiado débil, demasiado mareado para ponerme de pie; pero solo me puse recto y cerré fuertemente los ojos. Los abrí de nuevo, e hice como si nada hubiera pasado; mire la hora, 12:06.
Llegaba tarde al entrenamiento.Salí corriendo de mi habitación, y entre justo cuando el Maestro Splinter iba a abrir la puerta de su habitación, para entrar al dojo. Rápidamente me puse de rodillas, y mire como entraba al dojo, el Sensei; lo primero que hizo fue pasear delante de cada uno de nosotros, parecía estudiarnos.
Entonces paro delante mía y me miro, mientras se tocaba la barba. No quitaba la vista, y me estaba poniendo nervioso.
-¿Te ocurre algo, Raphael?-, me pregunto.
-Pa-para nada, Sensei-, creo que la manera en que había tartamudeado, había chivado el verdadero estado en que estaba. Pero solo, me miro inseguro, y volvió a pasearse delante nuestra; y en cómo todos los entrenamientos de esta semana, nos pusimos en parejas. Yo contra Donnie, y Leo contra Mickey; no muy extraño.Gane a Donnie, al mismo tiempo, en que el líder, acabó con Mickey; al instante nos vimos cara a cara. Y como en todos, ataque el primero, ya era más que predecible, pero necesitaba que me gánese rápidamente; ya que cuando el reloj daba las una, las voces volvían, los monstruos y espíritus aparecían delante mía, y yo me sentía débil de nuevo. Pero las una era diferente, era la peor hora del día, ya que no era debilidad, el dolor era más fuerte, las voces más altas y yo gritaba; pero al encerarme en mi cuarto, los gritos no se oían, y alertaba a nadie.
Ya que nunca se lo dije a alguien.
Leo me esquivo, algo que no hacía a menudo, dando la señal que quería tardar más tiempo de lo normal, poniéndome en peligro. Yo volví a atacarle, pero volvió a esquivar, me estaba poniendo de los nervios; le ataque el esquivo, pero al atacarle de manera seguido, tuvo que bloquearme.
Los segundos pasaban, mientras nosotros dos chocábamos armas; yo solo quería que diese un golpe, y me tiraste al suelo. Para que luego, pudiera salir corriendo, encerarme en mi habitación, y empezar mi dolor de las uno; pero sabía que hoy no iba a ser. Mi pánico agrandaba, y empezaba a sudar frío, como si fuera a vivir en una pesadilla.
Pero sabía que lo iba a hacer.
Los minutos fueron pasando, y Leo no atacaba, yo sabía que no iba a poder ganarle; pero también sabía que él quería ver cómo intentaba hacerlo y perdía en el intento.
Entonces todo fue cuesta abajo. El reloj dio las una, y esas voces empezaron a hablar:
-Raphael
-Piedad, perdónanos, ayudanosEntonces esos espíritus, fueron apareciendo, eran horrendos, parecían fantasmas. Algunos no tenían ojos, otros no tenían boca; hasta había algunos que no tenían rostros. Ropa destrozadas, manchas por todas sus prendas y piel; eran como una pesadilla en sí, y todos paseaban a mí alrededor, repitiendo las mismas palabras:
-Rey de los muertos, ten piedadEse dolor en el pecho apareció de nuevo, haciendo que soltara mis sais, y cayera de rodillas. Llame la atención de cada uno de mis familiares, especialmente cuando me tape los oídos, y empezará a gritar; entre los gritos podía decir:
-¡CALLAROS!-Las voces no me hacían caso, nunca lo hacían, y no iba a tener esperanzas ahora. Entonces todo se volvió negro alrededor mía, solo dejándome ver los espíritus; luego llegaron ellos, los monstruos. Eran seres negros, grandes, y de sus bocas salían bascosidades verdes, que al tocar el suelo se deshacían.
De repente sentí unos brazos abrazándome, no sabía que o quien era, pero me sentía protegido; pero entonces, el dolor de mi pecho, empezó a empeorar, haciendo que empezara a gritar. Era demasiado dolor, pero aunque lo hubiera vivido desde los nueve, todavía no lo soportaba; los monstruos intentaban acercarse a mí, pero solo se iban chocando contra una barrera invisible. Pero sabía que pronto esa barrera desaparecería, como hacían siempre; y los monstruos empezarían a hacerme daño, y yo no podría protegerme.
Esta vez fue diferente, todo se desvaneció de repente, dejándome ver que estaba entre los brazos del Sensei, y detrás de él, estaban mis tres hermanos, mirándome preocupados.
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Los secretos de la muerte
FanfictionDesde pequeño oigo voces, suplicando, pidiendo piedad, gritando. Y sigo oyéndolos. Cada noche tengo esos sueños, unos sueños que tenía que elegir la vida y la muerte de alguien. A menudo tengo un dolor en el pecho, pero no son de tristeza, ni de ma...