Un sueño cumplido.

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Suaves como una almohadilla, húmedos, sedientos y realmente deliciosos, ¿Cómo se podrían describir los finos y perfectos labios de la arqueóloga? Con tan sólo probarlos te hundía en un relajante sueño, el aroma a flores que desprendía su piel, las delicadas manos acariciar la cabellera verdosa, realmente una gran actuación de estos dos, pero más que nada se les veía disfrutar el momento y la frustración de cocinero casi le provocaba un infarto, afortunadamente el pequeño renito lo atendió de inmediato. 

La navegante, el francotirador, el ciborg y el músico estaban con la boca bien abierta, su mentón casi rozaba el suelo de la impresión que se llevaron.  

 — Shi shi shi, esto no me lo esperaba, pero me alegro por ambos.— El capitán reía felizmente sin notar alguna impresión.

Ambos actores se apartaron de aquel profundo beso, se miraron durante unos segundos ruborizados, hasta que el espadachín sacudió una vez la cabeza, dio media vuelta para encarar a sus nakamas.

 —Eh... bueno... eso no lo esperábamos.— La pelinaranja por fin pudo articular unas palabras.

 —Tch, ¿Estás satisfecho ahora, Chopper? —Mencionó el peliverde ignorando por completo a la menor. 

  — Inhala... exhala... —   Le ordenaba el doctor al rubio, pero cuando escuchó a su nakama, retiró su patita de la cabeza del cocinero sin delicadeza y saltó por encima de él hasta llegar a los brazos de la pelinegra. — ¡Claro! ¡Fue de lo más tierno! — Alzaba ambas patitas muy feliz. 

  — Tu eres tierno, mi pequeño. — Comentó con dulzura la mayor y depositó un pequeño beso en la narizita del renito. El peliverde nuevamente dio media vuelta para acercarse a su novia junto  al pequeñín. 

Pasaron toda la tarde haciendo lo suyo cada uno de los Mugiwara; Pescar, entrenar, dibujar mapas, hacer nuevos inventos, nuevas melodías, pero el renito se encontraba junto a Robin en el acuario, el pequeño había llegado de la cocina, ya que atendía al rubio; realmente la estaba pasando mal, ni las fotos más sexys le hizo efecto y el doctor optó por inyectarle un calmante o sino iría a matar a patadas al espadachín. 

  —¿Qué tal está Sanji ahora? —Comentaba la arqueóloga dejando a un lado su libro al ver que el pequeñín entraba al acuario. 

  —El pobre estaba triste y muy furioso, tuve que inyectarle un tranquilizante.—Agachaba la cabezita y se sentó a un lado de la mayor. 

  —Fue una mala idea que Zoro y yo nos besáramos frente a todos. —

 — No, no, no, estuvo perfecto, pero todos tienen que aceptar su relación.  —

  — Supongo que todos lo aceptan, menos Sanji.  —

  — Es normal de él. — El renito soltó una risilla y posó su cabezita encima del regazo de la pelinegra.— ¿Qué leías? —.

 — "Misterios en las profundidades del mar" — Tomó el libro con su diestra. 

  — ¿Podrías leérmelo, Robin? —.

—Claro, pero antes, ¿No es hora de la cena? —.

  — Sanji aún está bajo el antídoto del tranquilizante.—

 — Espero que el capitán no destroce el barco por no encontrar comida y nos hundamos lentamente en las profundidades del mar para después ser devorados por un monstruo marino, fu fu fu. —

  — Eh... bueno... ¡Me-mejor lee el libro, por favor! — El renito comenzó a temblar ante el comentario de su nakama.

— Está bien, veamos... "En el océano habitan miles de especies..."  — La mayor leyó desde el principio de nuevo, aunque no le molestaba. 

como una familia | zorobin›chopper.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora