Lost Throne

Capítulo 3

Tuve que correr un poco para alcanzar al grupo de rebeldes y, por lo que pude escuchar iban a caminar por lo menos unas cuantas horas hasta encontrar un lugar para pasar la noche.

Sentía que muchos ya habían notado mi presencia, era una extraña, una desconocida, tal vez ellos ya estaban familiarizados con los demás miembros del grupo, y claro, yo resaltaba por encima de los demás. No era la primera vez que me sentía así, el día que llegué al campamento, cuando a penas tenía seis años pude sentir como todos me miraban. Zatlos había traído a una pequeña niña consigo a un campo de entrenamiento exclusivo para hombres, en el cual no había mujeres, salvo Maren, la esposa de Zatlos. Recuerdo como todos fijaban su mirada en mí, con recelo, examinándome lentamente y preguntándose que podía hacer yo allí con ellos. Muchos llegaron a pensar que yo era la hija de Zatlos porque me trataba de manera muy especial, pero el solo fue un hombre que me salvó la vida una y otra vez, hasta el cansancio. Incluso en sus últimos momentos de vida me protegió, como siempre lo decía que lo haría. Y, yo no pude protegerlo, no pude salvarlo de su desastroso fin. Me sentí impedida, débil, inútil.

El bosque se tornaba cada vez más oscuro y sombrío, temblaba un poco por la brisa que me envolvía pero en esos momentos me sentía muy agradecida con Arsen por haberme traído con Felix y los demás rebeldes. A pesar de que no iba a estar con ellos mucho tiempo, me sentía segura y no podía imaginarme recorriendo este bosque, sola y menos en la oscuridad de la noche. Estaba tan cansada que no entendía cómo mis piernas seguían moviéndose y rogaba que llegara el momento en el que por fin pudiéramos descansar. Extrañaba mi pequeña cama en el campamento, que, seguramente, no era la más cómoda pero en estos momentos sería para mí de las mejores cosas en los cinco reinos.

No sabía que giros iba a tomar mi vida de ahora en adelante, no sabía cuál era el futuro que me esperaba en el sur y quiénes estarían esperándome allí. En ese punto, ni siquiera sabía si iba a llegar allí con vida. Por ahora, me encontraba con un grupo de rebeldes, que seguramente planeaban boicotear el mandato del rey. No sabía mucho de sus propósitos ni sus motivaciones y tal vez era o mejor permanecer así, no querría echarme encima un problema más. No entendía mucho de políticas, a decir verdad, era muy poco lo que conocía sobre la historia de nuestros reinos.

Sabía que hace unos años hubo una guerra que destrozó el reino parcialmente, una guerra de la que muchas ciudades aún hoy están recuperándose. El rey de aquel entonces fue derrocado y asesinado junto a su reina y su corte y ni siquiera el poder de la magia pudo detener los estragos causados. No conocía tampoco mucho sobre magia. Zatlos contaba muy poco al respecto, nos decía que eran dones con los que una persona nacía y que debían ponerse al servicio del reino. Nunca conocí a nadie que tuviera poderes especiales, y en el campamento nos decían siempre que nuestros talentos también eran extraordinarios, pero de una manera distinta.

Parecía que finalmente habíamos llegado a un refugio para descansar, algunos de los hombres empezaros a descargar tiendas para acampar. Una de las mujeres se acercó a mí y me preguntó muy amablemente si quería compartir con ella y su hermana una tienda.

-Gracias, pero no quisiera incomodar a nadie. Sé que son pocas carpas, creo que puedo acomodarme encima de algunas ramas,- le dije.

-No nos vas a incomodar. Nuestro padre dice que eres amiga de Arsen y que vas a estar con nosotros por un rato. Queremos ayudarte, además te ves agotada- insistió.

-Veo que ya conociste a mis hijas,- -dijo, Félix, acercándose a nosotras. -Pasarás con ellas la noche, me aseguré de preparar una carpa donde estarán cómodas las tres. Si necesitas algo no dudes en pedirlo.

Las dos chicas insistieron en darme una muda de ropa más cómoda para dormir y estaba tan agotada, que decidí no rechazarla. Nos acomodamos en la carpa que Félix había preparado para nosotras, cerca al fuego, para mantenernos calientes durante el frío de la noche.