CAPÍTULO 6 -El diablo-

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Ya habían pasado unos días desde mi llegada, lo mejor que había para mi era haber recorrido varios lugares, la mayoría de veces fui sola, otra con Amadeo.

Incluso con Marcus.

Me había encargado de estar cerca de él, aunque no era un chico normal, no podía encontrar ninguna pista, sabía que algo encajaba mal. Pero no sabía qué.

Me estaba frustrando.

En estos días, a pesar de todo, habíamos congeniado, me había llevado a lugares muy bonitos, dejándome ver algo muy característico de él.

Le gustaba el campo.

Todos, absolutamente todos los lugares a los que me llevo tenían que ver con el aire libre, y la verdad estaba emocionada. Me había dicho que hoy me llevaría a un lugar muy especial para él.

El único detalle que si me pidió era que llevará ropa cómoda, fresca y que por ningún motivo usará un pantalón ajustado.

Por ende sólo me habia puesto un buzo fresco y un polo manga corta. El verano acá era fuerte y lo único que me gustaba de eso era que esperaba un lindo bronceado.

Quien sabe, quizás me convierta en una sexy morena.

Antes de salir me puse mi dije, desde que apareció en mi balcón no me lo había quitado, lo que si había echo.

Era esconderlo.

Por alguna razón no me sentía cómoda mostrándolo así que me lo ponía debajo del polo y lo ocultaba con otros collares.

Ya en la cocina recibí un mensaje de Marcus diciendo que estaba afuera. Agarré las llaves de mi camioneta y salí.

—Hey— Me acerqué hasta él que estaba apollado en las rejas de la entrada.

—Hola— Se agachó para darme un beso en la mejilla cuando estuve frente a él. —¿Lista?

—Nací lista.

Nos acercamos a la camioneta, yo, pidiendo casi a ruegos que me dijera a donde íbamos, y él, negando solo con la cabeza reacio a darme cualquier pista.

Maldito.

Por no decírmelo y también porque hoy él conduciría, cosa que me negué al principio, no me gustaba que me quitaran el manejo. Pero me dijo que al lugar a donde íbamos no tenía ruta gps, y como no lo conocía no podríamos llegar.

El camino duró casi una hora y media, claro que no fue todo color rosa, a mitad de el empecé a maldecir al moreno y a todo el mundo por no haberme dicho que iba a ser tan largo y traer unos dulces.

Tenía hambre.

Pero esta desapareció al ver el lugar a donde nos dirigiamos.

—¿Un hipódromo?— Dije emocionada, la sonrisa que tenía en el rostro debería de parecer macabra de lo grande que era.

Él sonrió triste y negó. —Era una hipódromo— Fruncí el ceño. —Mi familia, desde generaciones pasadas estuvo metida en las competiciones de caballos, era una herencia. Corría por nuestras sangre, era nuestra pasión. Cuidabamos y vendiamos caballos, pero entonces sucedió... —Inspiró y apretó el volante con fuerza. —La carrera. La maldita carrera.

—¿Cuál?— Me miró de reojo y siguió.

—Antes habían dos hipódromos, el de mi familia y el de los Clark. El nuestro tenía mucha más fama y la gente nos adoraba. En un intentó de arrebato y celos los Clark nos desafiaron a una carrera por la gente, el que ganaba tendría a todos y a los mejores jinetes en su lista, a todos nos pareció una tontería, menos a mi abuelo, a él no... —Sus nudillos apretaban tan fuertes el volante que estaban blancos. —Para él, era ganar, su orgullo no le permitía perder. Todo estaba listo, sólo compartirían los dos mejores jinetes de cada hipódromo. Y empezó.

Quinto ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora