Me levanté, y lo primero que se me vino a la mente fue él, su sonrisa, todo salí de mi casa, me arreglé como nunca, mi corazón latía cada vez más fuerte mientras daba un paso más, a lo lejos pude ver su silueta entre medio de la gente, estaba parado allí en esa parada de autobuses, con un abrigo café que hacían juego con su delicado cabello, me sonrió cuando me vió y eso me hizo estremecer, un escalosfrío recorrió mi cuerpo cuando escuché su voz, él me besó y me dijo un suave y tierno “Te extrañé”, no sé por qué, pero ya lo quería, y no quería que se vaya de mi vida, los días desde ahí se fueron volando lo veía cada mañana, y muchas veces me sorprendía, a veces llegaba con flores, o con un simple café, me abrazaba y me iba a dejar, me besaba y a la tarde me iba a buscar todo era demasiado perfecto, y no quería que se acabe, no me cansaba de mirarlo, ni de contemplar su belleza, miraba cada centímetro de él, los días pasaban y ya se convirtió en un mes y todo era tan hermoso que parecía que soñaba, sentía que mi corazón se salía me dolía amarlo, y amaba ese dolor, él no paraba de sorprenderme, iba todo tan bien que a veces lloraba en las noches, sin ni una razón solo con miedo de el que será mañana, tenía miedo que de un día al otro cambiara todo, lo quería, y no quería a nadie más, amaba su olor, amaba la forma de su rostro, sus manos, su sonrisa, sus ojos, su orejas, su piel, su voz, amaba cada rincón de él, y no quería que nada hiciera cambiar eso.