Ya no faltaba nada, estaba todo tan listo, mi familia estaba tan feliz por mí, que por fin después de tanto tiempo podría ser feliz, con el hombre que todos decían que era perfecto para mí.
Mi madre me dió su vestido de novia, era como una tradición, era perfecto, mi vida era perfecta, el sentimiento en mi pecho era hermoso.
Faltaban unas par de horas para casarme con el amor de mi vida, me vestí, me arreglé, lloré porque no podía tener nada mejor que esto, me miré al espejo y me veía ahí de blanco, como lo soñaba cuando era pequeña, y recuerdo que lloré en mi adolescencia porqué creí que nunca me enamoraría, me habían roto el corazón de distintas formas que creí que nunca me amarían, pero a veces solo es cosa de esperar, a veces el amor de tu vida te está cruzando el alma con sus ojos y tú no te das cuenta, y estaba feliz, emocionada porque lo amaba y él me amaba y no podía pedir más, ya había pasado tiempo desde que lo conocí y la sensación era la misma pero más fuerte.
Estaba entrando a la iglesia tomada de la mano de mi padre, mi corazón explotaba por cada paso que daba, y lo veía a él, ahí al frente, y no podía haber elegido mejor persona, lo miraba, y mis ojos lloraban, y traté de disimularlo, ya estando ahí parados, el cura recitó su rutinario sermón para poder casarnos, lo besé y salimos de allí tan enamorados, tan locos, lo amaba, y no pude eleguir mejor persona, salimos de ahí, nos tiraron rosas, y luego de toda la ceremonía fuimos al baile, bailamos, tiré el ramo, realmente todo era como lo soñé, es increíble como uno puede amar tanto a una persona y no querer nada más que esa persona, es increíble que ya ni vivas por ti mismo si no por aquella persona, estaba tan agradecida de tener la suerte que pocos tienen de amar y ser correpondidos tener una historia de amor.