14 años atrás.

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La lluvia empapaba los cristales del pequeño centro de salud dónde una mujer de 28 años de edad estaba a punto de dar a luz. Frente a un pequeño espejo en el WC se enjuagaba lentamente la cara, intentando reprimir las lágrimas. Hacía ya tres horas que le habían dado la lavativa, pero aún se encontraba sentada el la taza del water, tan solo con 6 cm de dilatación. Era primeriza, la experiencia estaba resultando bastante desagradable. Otra chica en su misma situación estaba sentada en la taza de al lado. No sabían nada la una de la otra, pero tampoco les apetecía conversar. Al cabo de un tiempo, alguien llamó a la puerta del baño. Un chico alto, delgado y pelirrojo se acercó hacia la chica morena de aquel servicio, le acarició la frente y la ayudó a lavarse la cara. Después de unas palabras de ánimo la besó, la cogió del brazo y la acompañó hasta la puerta, dónde los perdió de vista. Completamente sola, las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos y recorrieron sus sonrojadas mejillas. Para mi, todavía hoy es la mujer más guapa del mundo. Juntó toda la fuerza que le quedaba y de nuevo se enjuagó, esperando allí a que alguna enfermera pudiera ayudarla a volver a la camilla.

Nunca supo cuantas horas pasaron hasta que por fin se tumbó, esperando al destino. El dolor era insoportable, sentía fuego en sus caderas y útero. Seguía sola. Escuchaba los murmullos de aquellas jóvenes extrañadas por su situación, y podía ver sus extrañas muecas al comprobar que nadie la acompañaba. Pero intentaba concentrarse todo lo que podía en que aquello saliera bien. No, no permitiría que nada interrumpiera aquel momento. Lo único que rondaba su cabeza a pesar del dolor físico que sentía, era poder hacer feliz a aquella niña que ese día traería al mundo. Cerró los ojos y esperó. Una aguja atraveso su muslo derecho, y poco a poco fue perdiendo todo rastro de conocimiento.

Cuándo por fin abrió los ojos, la luz del Sol entraba por algunas de las rendijas del hospital. Sentía aún el dolor de los puntos en su pubis. Tratando de ignorarlo, se fijó en la habitación. Tenía tiempo de mirar el bonito tono celeste de las paredes. Hasta que sin esperarlo escuchó:

-Cariño, ¿ya estás despierta? Tu padre está aparcando. ¿Cómo te encuentras?¿Fue muy duro? Perdónanos, hija, tratamos de venir pero no hubo manera, estaba todo el paso cortado por el accidente.

-No importa, mamá. ¿Sabéis algo de...- De nuevo, como si de un acto involuntario se tratase, el llanto regresó.

-No mi vida, no creo que venga.- El gesto de decepción que pudo descubrir aquel día se le quedó marcado para siempre.- Pero se que eres fuerte, puedes con esto, no le necesitas.- Sonrió.

El silencio inundó la sala. Por un instante, el mundo se le cayó encima. Había pasado todo tan deprisa... Y como si el destino lo quisiera, una nueva persona entro en ese momento acompañada de una enfermera. Ya estaba limpia, y mi pañal recién puesto. El suero que me inyectaron aquella noche me sentó realmente bien. Una amplia sonrisa cubria mi rostro aquella mañana. Era una niña, gordita y con las mejillas sonrosadas. Estaba cubierta por una toalla rosa de patitos, y se que cuando esa mujer me vio, volvió a sonreir. Mi abuelo entró de sopetón en la sala, formando el escándalo que siempre forma, y poco a poco la sala que hacia unas horas había estado completamente vacía, se llenó de gente. Todos desconocidos para mi. Excepto la mujer que me sostenía en brazos. Los latidos de su corazón me relajaban a pesar del barullo, y sentía como se ponía contenta cada vez que me miraba. Aquella mujer tenía algo especial, lo supe desde el primer momento en que la vi.

Y no se mucho más.

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⏰ Última actualización: Aug 15, 2016 ⏰

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