Kiss it all better.

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  • Dedicado a Renni López Muñoz
                                    


     Las paredes grises de aquel frío lugar parecieran ser perfectas para proyectar imaginariamente su dolor.

  Él está en su celda. Todo está oscuro una vez más. La noche es larga ahí dentro, ni la luna lo acompaña ya, no la ve desde la rendija en lo alto de la pared, no ve nada más que sus recuerdos.

Él está en su cama, sus ojos se cierran y, como siempre, vuelve al momento en que todo acaba.

Su risa se escuchó alto por la desolada calle. A esas horas todos deberían estar durmiendo. Excepto ellos. Dan le contaba historias a Ren, historias de cuándo él era muy niño y se escondía debajo la mesa para esperar a ver a Santa en navidad. Ella lo escuchaba con atención, pero le costaba contener la risa.
- Tenías 14 años y seguías creyendo en papá Noel ¿como no reírme con eso? -dijo ella con diversión y lo abrazó por el torso, Dan la rodeó por los hombros para mantenerla cerca.
- Era iluso, nadie me decía la verdad hasta entonces -se defendió el muchacho- ¿que podía hacer?
- Tus padres te amaban demasiado como para no contarte -Ren le regaló una sonrisa de compasión- pero está bien -suspiró- mantener la ilusión ¿no?
- Supongo -él le besó la frente-. Creo que es un poco espeluznante andar por aquí a estas horas ¿notas el silencio?
- No escucho nada más que a ti -susurró la chica mirando hacia atrás sin soltar el agarre de sus manos en el cuerpo de su novio- No es buena idea ir a la última función de cine.
- Tenía que ver esa película en la pantalla grande.
- Ya, pero acababa de estrenar y no pudiste esperar a que hubieran funciones más temprano -acotó Ren apresurando el paso- por suerte es una noche cálida, o la caminata sería una tortura.
- El terror se vive de noche -le decía él al oído-. Te amo, Ren.

  Ella hace un esfuerzo y se pone en puntillas para alcanzar los labios de Dan, es su forma favorita de hacerle saber que ella también lo amaba.

  Algo metálico hace ruido por la calle que acababan de dejar atrás. Ambos miran, no ven nada y apresuran en paso.
- De seguro fue un gato -dijo Dan.
- Ahorraremos para un auto, así no tendremos que caminar hasta estas horas ¿de acuerdo? -Propuso ella con los ojos brillantes, era una idea genial pero ambos sabían cuán lejana era.

- Será uno familiar, para que nos sirva para nuestros hijo -respondió él con la curva más tierna en sus labios, su sonrisa y aquellos hoyuelos en sus mejillas.
- Pensaba que un deportivo, lujoso, negro, elegante se pasaba por tu mente -se burló para evitar la melancolía que le producía el tema.
- Lo único que tengo en mente es no dejarte -confirmó el muchacho, mirándola con amor. Sus ojos brillaban con el reflejo de los focos de las luces en el camino. Faltaba  poco para llegar a casa.
- No te dejaré, por nada en el mundo -le prometió ella- Nadie me separará de ti, amor.

Otra vez el sonido, vuelven a voltear y ahí estaba. Era un hombre con una chaqueta de cuero y capucha que le cubría el rostro pero mostraba una sonrisa de suficiencia. Fue todo lo que notaron antes de verle sacar un arma. Una pistola.
Instintivamente, Dan, pone a Ren tras su cuerpo, le aferra una mano con fuerza. Temblaba.
- No tenemos nada que darte -dijo al segundo siguiente, Dan.
- Aún no he dicho lo que quiero -contestó el hombre con voz ronca, mantenía el arma apuntándolo.
- No nos haga daño -suplicó Ren entre sollozos- por favor.
- Quiero sus celulares, dinero -empezó- y tu chaqueta.

Ellos no se movieron ni un centímetro.
¿Por qué debían obedecer? ¿Por qué aquel tipo tenía que quitarle sus cosas, o ellos dárselas siquiera?

El hombre dió dos pasos más cerca.

Porque él tenía un arma y Dios sabía que la usaría.

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