Hidden Lake, oscuro pasado.

Joshua Park.

Nos alejamos del campamento en busca del tesoro de h
Hidden lake. Éramos sólo un par de niños de 8 años y no sabíamos lo que hacíamos.
El camino era pedregoso, y además las piedras cubiertas de musgo hacia que nuestros pies descalzos resbalaran cada cierta cantidad de pasos. La luna llena estaba alta, los demás chicos del campamento estaban ya en un sueño profundo, pero nosotros amábamos las aventuras y emprendimos el camino al lago. Caminando media hora por la orilla en busca de alguna pista que nos llevara a aquel flamante barco maldito repleto de oro y joyas imaginábamos que haríamos con aquella enorme cantidad de riquezas. 

-¡Una pista! Dijo Joshua.

Hacia calor, y supuse que no era mala idea meternos en el agua para tomar la pista.
Nos sacamos la ropa y ya en traje de baño nos sumergimos en busca de aquella moneda plateada que brillaba al fondo del agua no muy lejos de la orilla.

-Una carrera, el que gana se queda con la mayor parte del tesoro- dije.

Mi mejor amigo y yo siempre competimos por cualquier estupidez.

-De acuerdo, 1...2...- me sumergí antes de contar 3.

Nade lo más rápido que pude en dirección al objeto. Podía sentir la adrenalina invadiendo todo mi cuerpo. Acelerando mis latidos. El tesoro será mío.

-Lo tengo!- exclamé cuando llegué a la orilla lo más rápido que pude. Levantando en lo alto aquella moneda antigua y plateada que imaginábamos era una pista.

Pero nadie estaba ahí para protestar mi victoria. Joshua no estaba.

-Joshua...- dije con mi voz temblorosa.

-¡Joshua! ¡Josh!- grité una y otra vez.

Me metí al lago para buscar pero no encontré nada. Mis lágrimas caían sin parar.

Diez días después los peritos seguían buscando rastros de mi amigo.
Y por cada día que pasaba sin recibir noticias, algo dentro de mí se rompía...

Todos decían que no fue mi culpa. Pero yo no lo sentía así.

Si no fuera por esa ridícula idea del tesoro... Esa competencia. Claro que fue mi culpa.

Con el tiempo, y para superar el dolor y la pérdida. Los padres de Joshua pusieron una lápida con su nombre en el cementerio de la ciudad, hasta hubo un entierro con un cajón vacío. Algo muy íntimo. Aunque estuve invitada no asistí. Ví el funeral de lejos y lloré en silencio, escondida detrás de un árbol.

Algo en mí cambió desde que esa tumba lleva el nombre de Joshua Park.