Indiferente

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Los días que siguieron -al contrario de lo que mi hermano había vaticinado-se me hicieron bastante largos. Me sirvió de mucho que la dueña de la pensión, Elenita, resultara ser una persona bastante amable y cariñosa. Por el momento era yo la única estudiante del sexo femenino pensionada con ella y esto hizo que me diera un trato especial brindándome algunos momentos de charla al término de sus actividades.

Ese semestre mi horario fue matutino. Al regreso de clases, después de comer, salía un rato al balcón. La vista del paisaje me proporcionaba una sensación de bienestar, de paz. Allí tenía mis pequeños encuentros con Dios. Le confiaba mis planes, mis sueños. Nuestra amistad se iba desarrollando paulatinamente. Era en estos momentos de intimidad con Dios en los que invariablemente la persona de Kiko venía a mis pensamientos. Aún cuando yo daba por hecho que seguía frecuentando a su novia, algo en mi interior me decía que él también pensaba en mí. Sin embargo al paso de los días la tristeza se fue apoderando de mí al no recibir una sola carta suya. Supuse que la relación con su novia había mejorado y por lo tanto no existía razón alguna para ponerse en contacto conmigo. Comencé a prepararme mentalmente para el regreso.

-Te vas a mostrar tranquila -hasta indiferente cuando lo veas-. No te costará trabajo; total, él muchas veces ha confundido tu timidez con indiferencia. Puede seguirlo creyendo - me dije resuelta.

Satisfecha con tales argumentos, decidí enfocarme en mis estudios. Contaduría no era quizá la licenciatura que me hubiese gustado cursar, pero no había querido separarme de mis amigas y ellas la eligieron; además, las materias -para comenzar- se veían interesantes. En lo que respecta a mi relación con los demás, no tuve necesidad de hacer nuevas amistades: Rita y Rocío se encargaron de agrandar el círculo de conocidos. Y si bien no tenía trato casi con nadie, el hecho de ser parte de ellas, hizo que sus nuevos amigos me incluyeran en su grupo.

Conforme los días pasaron, mi tiempo se vio repleto de actividades escolares. Los profesores empezaron a llenarnos de tareas que muchas veces tuve que realizar en la biblioteca. En otras ocasiones, nos reuníamos en la casa de alguien para hacer trabajos por equipo; así que ese primer mes mis tardes estuvieron bastante ocupadas. No tuve tiempo para pensar demasiado en Kiko.

Fue hasta que llegó el día pactado para mi regreso a casa cuando la inquietud comenzó a invadirme. Mientras hacía las maletas, armaba en mi mente un diálogo tras otro, intentando preparar mis posibles respuestas al encontrarme con él.¡Ansiaba tanto verlo! Pero a la vez me sentía tan desilusionada por no haber recibido ni una carta de él.

KikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora