IV

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Tom, sin pensarlo dos veces se acercó a la puerta dispuesto a llamar al timbre. Nadie le hizo caso, así que volvió a insistir tantas veces hasta que por fin escuchó pasos. Apretó su puño con fuerza y, tan pronto como el rapero alemán abrió la puerta, se lo clavó en la cara. 

Samy cayó al suelo del golpe y de la sorpresa. Su nariz, ahora torcida, empezó a sangrar. Por detrás se acercaba Ria corriendo asustada por el gemido de queja que había soltado. Cuando vio a Tom se quedó paralizada. Éste, con una mirada de rabia profunda, la miró a los ojos. Negó con la cabeza aun sin poder creer lo que había visto y se fue. 

Ria, vestida solo con la camiseta ancha de su amante, salió detrás de Tom.

Tom, ¡espera! No es lo que parece - Cuando por fin lo alcanzó lo cogió del brazo para detenerlo. 

- Suéltame, ¡zorra! - Tom se soltó enseguida. 

 Tom siguió su camino hacia su coche, aun conteniendo la ira. Puso las llaves, les dio la vuelta y se perdió entre el Tráfico de Los Ángeles. No tenía un destino en mente, simplemente conducía carretera abajo. 

Sus pensamientos eran, básicamente, Ria y Samy. Ria y Samy besándose, quitándose la ropa... Tom sacudió su cabeza para dejar de pensar en eso. Las manos le dolía de apretar con tanta fuerza el volante. 

El sol se empezaba a poner. Ya llevaba varias horas conduciendo. Casi cuatro, para ser más precisos. 

Al final del camino se empezaba a ver un cartel luminos <<Welcome to the Fabulous Las Vegas>> . Entonces Tom miró el reloj y se dio cuenta de todo el rato que llevaba conduciendo. Paró el coche en el párquing de un bar de carretera. Estaba asustado de lo lejos que había llegado sin a penas darse cuenta. 

Puso su mano en el bolsillo en busca de su móvil pero no lo encontró. Probó en el otro, pero nada. "¡Mierda!" gritó percatándose de que se lo había olvidado en casa. Cogió unas cuantas monedas de la guantera y entró al bar dispuesto a llamar a su hermano desde cualquier teléfono.

La música estaba alta. Sonaba rock. Decenas de moteros hablando fuerte, casi gritando y bebiendo jarras enormes de cerveza. Las camareras no daban a basto. Todas eran jóvenes y, devía admitirlo, todas tenían un buen cuerpo. Inspiró profundamente y entró. 

Perdona, ¿hay algún teléfono que pueda usar? - Preguntó a una de las chicas que había detrás de la barra.

Sí, ahí al fondo - le señaló un teléfono que estaba ocupado. 

Tom le dio las gracias y se dirigió hacia allí. Se puso detrás del chico que estaba usándolo y esperó.

Hola, guapo. ¿Te apetece una cerveza? La primera es gratis -  le dijo una camarera con una mirada pícara mientras se regodeaba delante suyo.

- Está bien - Tom iba a tomarse una y luego irse. 

El hombre por fin dejó el teléfono libre y, mientras le servían la jarra, Tom llamó. 

Hola, has llamado al teléfono de Bill y Tom. Ahora mismo no estamos. Por favor, deja tu mensaje y te llamaremos en cuanto podamos - Tom dio un golpe encima de la mesa. "Mierda".

Bill, soy yo. Esta noche no pasaré por casa. Mañana por la mañana estoy ahí. Venga, adiós - 

Tom se sentó en uno de los taburetes de la barra y dio el primer sorbo. Ese no iba a ser el único de la noche, tampoco la primera jarra. La noche solo acababa de empezar y el corazón de Tom se acababa de romper. 

Underage. (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora