Mamá.

Capítulo 2:

Aquellos fueron los peores días de mi vida. Pasamos de vivir en una ciudad cariñosa, en la que todo el mundo se conocía y se ayudaba, a vivir en una ciudad el doble de grande donde la gente ensuciaba el camino al pasar, se insultaban por chocarse en el camino, y estaban demasiado impacientes por mantener el coche en movimiento.

Viví los peores dos años que se puedan imaginar. Insultos, golpes, amenazas (otra vez)...No podía más. Yo era una chica amable y positiva. Ya no lo era más.

Un día en cuarto de primaria me harté, a todo aquel que me hacía algo le mordía, tiraba de los pelos, o cualquier otra tortura infantil que se os imagine.

Deje de vestir de colores. Mi infancia había acabado.

Cuando entré en primero de la eso me teñí mi pelirroja melena de negro. Y mis ojos azules los cubrí con lentillas de color marrón.

Mi padre había superado un poco el trauma y ya no estaba tan apagado como antes. Mi hermano Cristian ya no me hablaba. Daniel era el único que seguía siendo igual de cariñoso conmigo que cuando pasó lo de mamá.

Cuando yo tenía catorce me fui de fiesta con unos amigos y volví bastante tarde. Pero extrañamente para vosotros, ni bebí ni fume. Tampoco me consideraba 'taaaaaaaan' rebelde.

Pero los otros sí. Mi ropa se impregnó del olor nauseabundo del cigarro. Y mi hermano lo notó.

Cuando llegué a casa mi hermano estaba esperandome despierto. Despues de ocho años parecía que volvería a decirme algo. Y cuando fue a abrir la boca con una cara relajada, olío un tenue olor a tabaco. Se acercó a mí, cogió mi chaqueta bruscamente y olió.

Ni siquiera se molestó en pedirme una explicación. Empezó a golpearme. Mi padre escuchó mi grito demasiado tarde y llegó cuando me había golpeado la cabeza con el final del pasamanos.

Vi la cara horrorizada de mi hermano como última cosa antes de cerrar los ojos. Escuchaba tenuemente la sirena de la ambulancia. Y después de lo que parecían horas mi mente se sumió en un color blanco intenso.

~A.