Sus manos pequeñas acariciaban su rostro, no querían perder ningún detalle, era como si ansiarán aprenderse cada una de sus facciones de memoria, y lo veía, y pensaba que era muy feliz, tan feliz que no había tiempo para reclamos o discusiones. Quería extinguir con besos la sed que tenía de él, quería decirle que lo quería, pero no, eso estaba prohibido, quería decirle que hacía mucho tiempo que veinte minutos no eran tan hermosos, sin embargo, un pequeño nudo se instaló en el lugar donde dicen que habita el alma, y cuando él le preguntó -¿en qué piensas?- ella guardó silencio y se limitó a decir: -en ti-.