Camila y yo vivíamos juntas en un pequeño apartamento a las afueras de Miami, ya que a nuestros 24 y 25 años respectivamente, habíamos encontrado más acogedor un hogar con nuestra mutua compañía, que con cualquier otro de nuestros propios familiares.
Era una mañana gris, con una fría brisa que acariciaba mi cara y me hacía temblar. Aún no sé si fueron mis interminables lágrimas, que no llevaba chaqueta o que estábamos en Octubre y la brisa veraniega había dejado paso a una fría brisa de otoño.
Una brisa que iba y venía,tal como se encontraba la esperanza que deposité en volver a encontrarla.La noche antes...
Camila había entrado en casa dando un fuerte portazo, tirando a su paso el bolso, el abrigo y las botas que llevaba puestas. Una vez se deshizo de todo lo que le sobraba, dio un fuerte grito de rabia contenida y se fue hacia su cuarto, dando el segundo portazo en menos de 5 minutos.
Con un prudente y leve toque, llamé a su puerta y me acerqué para escuchar algo en su habitación. Probablemente no quisiera saber nada de nadie en este momento, pero la preocupación pudo más que la posible respuesta de mi morena preferida.
No había ruido al otro lado, más que un llanto desconsolado que rasgaba su garganta.
Cuando la espera se me hizo eterna, y no hubieron palabras desde el otro lado, me arriesgué a entrar a su habitación, haciendo el menor ruido posible.
Estaba tirada en la cama, boca abajo.
Me acerqué lentamente, y puse mi mano en su hombro, haciendo así que se girara y me mostrara su rostro. Estaba más rota que nunca antes, incluso más que cuando al cumplir 20 años su padre la había echado de su casa con lo puesto, por haber declarado abiertamente su sexualidad.
- Ella ya no está. El cacho de mierda que llamaba papá ha acabado con ella-. me dijo entre hipidos, limpiando sus lágrimas con las mangas de su chaleco.
-¿Estás hablando de lo que yo creo, Camila?-. Le pregunté prudente, sintiendo un nudo en mi garganta, con todo lo que esa mujer había hecho por Camila, por mi, sin ser siquiera su hija... Todo había sido para nada porque aquel monstruo había llevado a su fin la amenaza.
" en mi casa se cumplen mis normas, y quien se niegue, tendrá su castigo".
La había matado, había acabado con su vida por descubrir que nos estaba ayudando económicamente para mantener el departamento, de eso estaba segura.
- Camz, yo...¡Dios! ¡Joder, maldito bastardo hijo de puta!... lo siento-. Dije con la voz rota, mis manos temblando, mi cuerpo débil.
-He ido a casa, por la hora que era calculé que el bastardo estaría en el bar con una zorra cualquiera, pero no. Estaba allí. Con el cuerpo de mi madre en sus brazos, inerte... sin vida-. Un fuerte sollozo la hizo tener que detener su relato.
- El muy cabrón había echado algo en su comida, algo que la fue dejando dormida. No ha sufrido, pero él debe estar ahora mismo en cuidados intensivos. Cuídate Lolo, porque tengo que marcharme de aquí-.
El silencio se instaló en el ambiente. No podía ser verdad.
-Pe...pero por favor, Camz. Por dios, tienen que haber otras soluciones. No te vayas. No me dejes-. Ya fue imposible hablarle, el llanto no me dejó más que susurrarle que no se fuera, que no me dejara sola.
- Camz no puedes, por favor. Yo te necesito, si hay problemas legales yo te defenderé en los juicios que vengan, sabes que tengo experiencia en este área. No puedes simplemente marcharte-.
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Completamente tuya, completamente rota. One shot.
Storie breviCamila estaba rota. Lauren estaba enamorada. Camila no podía sentir nada. Lauren no pudo evitar desvelar sus sentimientos. Camila se fue. Lauren se rompió.