capitulo 2

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-Lincoln, que mala cara tienes.
-Gracias, mamá.
  Tendría que fiarse de la palabra de su madre. Hoy no se había mirado al espejo. Ni tampoco ayer. Lincoln se froto los ojos e intento alisarse el pelo con los dedos... o aplastarlo. Debería haberse peinado la noche anterior, cuando salió de la ducha.
- En serio, mírate. Y mira que hora es. Son más de las doce.¿Acabas de levantarte?
- Mamá, salgo de trabajar pasada la una de la madrugada.
  Su madre frunció el ceño y, acto seguido, le dio una cuchara como si fuera eso precisamente lo que su hijo necesitaba en ese momento.
- Toma- ordenó - remueve las arvejas.- puso es marcha el triturador de basura y medio grito por encima del ruido-. Aún no entiendo que haces en ese sitio que no puedas hacer de día. No, cariño, así no. Les estás haciendo cosquillas. Remuevélas con ganas.
  Lincoln removió con más fuerza. La cocina olía a jamón con cebolla y algo más, un aroma dulce. Le rugia el estómago.
- Ya te lo dije- repuso el a viva voz- , alguien se tiene que quedar de guardia. Por si se estropea una computadora. Ademas..., No sé...
- ¿No sabes que?- su madre apago el triturador y lo miro.
- Creo que me obligan a trabajar cada noche para que no me relaciones con los demás.
-¿Como?
- Bueno, si trabara amistades con los empleados- continuó Lincoln- podría...
-Remueve. Habla y remueve.
-Si trabara amistad con los empleados- siguió removiendo-, tal ves no fuera tan imparcial a la hora de aplicar las normas.
- Sea como sea, no me gusta que leas mensajes ajenos. En particular que tengas que hacerlo de noche, en un edificio vacío. No deberian contratar a nadie para eso- probó con el dedo lo que sea que estuviera mezclando antes de darle el bol a su hijo-. Toma, prueba esto...¿ En que clase de mundo vivimos, si algo así se considera un empleo?
  El paso el dedo por el borde del bol y se lo lamió. Glaseado.
-¿Notas el sabor del sirope de arce?
  Lincoln asintió.
- El edificio no está vacío- aclaro- hay gente trabajando en la redacción.
-¿Y hablas con ellos?
-No. Pero Leo sus e-mails.
-No esta bien.¿Como quieres que la gente se exprese en un entorno tan represivo? ¿Sabiendo que hay alguien escuchando sus pensamientos?
-Yo no acecho sus pensamientos sino sus computadoras. Bueno, las computadoras de la empresa. Todo el mundo está al corriente...
  Era inútil tratar de explicarle las circunstancias a su madre. Ella no había visto un correo electrónico en su vida
-Dame esa cuchara- suspiro ella-. Me vas a estropear toda la bandeja.-Lincoln le entrego la cuchara y se sentó a la mesa de la cocina, ante un plato de humeante maiz-. Hace un tiempo venia un cartero por casa- prosiguió la mujer- ¿lo recuerdas?¿El que leía las postales? Y siempre se estaba haciendo el listo ~parece que tu amigo se está divirtiendo en Carolina del sur~ o... ~Yo nunca estuve en el monte Rushmore. Debe ser emocionante ver las cabezas de los presidentes talladas en piedra~ . Seguro que leen todas las postales, los carteros. Los empleados de correo. Es un trabajo monótono. Pero ese en concreto lo hacía casi con orgullo. Alardeaba. Creo que cuando me suscribi a la revista MS, le fue contando a los vecinos que yo leía una revista feminista.
-Eso es distinto- alegó Lincoln en su defensa. Volvió a frotarse los ojos-. Yo solo leo lo suficiente para saber si están quebrantando las normas. No es lo mismo que si leyera sus diarios o algo parecido.
  Su madre no lo escuchaba.
-¿tienes hambre? Pareces hambriento. A decir verdad pareces famélico. Dame cielo, pasame esa bandeja- el se levantó y le pasó la bandeja. Su madre lo agarro por la muñeca.- Lincoln..., ¿que te pasa en las manos?
-Nada.
-Mirate los dedos. Están grises.
-Es tinta.
-¿Que?
-Tinta.
                                ~•~
  Cuando Lincoln iba al secundario y trabajaba en Mc' donalds, el aceite rezumaba por doquier. Al llegar a casa notaba el cuerpo tan pegajoso como los dedos cuando comes papas fritas con las manos. El aceite se le adhería a la piel y el cabello. Al día siguiente, sudaba aceite, que impregnaba la ropa.
  En el Courier, el problema era la tinta. Una capa gris que lo cubría todo, por más que limpiasen. Un constante manchon gris en las paredes enyesadas y en las placas del falso techo.
  Los correctores del turno de noche revisaban las ediciones recién salidas de la imprenta. Estampaban huellas grises en sus teclados y escritorios. A Lincoln le recordaban a topos. Personas muy seria de piel grisácea y anteojos de culo de botella. Puede que la luz tuviera la culpa, pensaba. Es posible que no los reconociese a plena luz del día. A todo color.
  Seguro ellos no reconocían a Lincoln. Pasaba la mayor parte de su horario laboral en el departamento de tecnología de la información, en la planta baja. Hacia cosa de cinco años y una decena de flourecentes, la sala se utilizaba como cuarto oscuro. Ahora con todas las luces y servidores informáticos, estar allí es como sentarse en mitad de un dolor de cabeza.
  A Lincoln le gustaba que lo llamarán a sala de redacción para que reiniciará una computadora o arreglará una impresora. La redacción era amplia y despejada, tenía grandes ventanales a lo largo de las paredes y nunca se encontraba completamente desierta. Los correctores nocturnos se quedaban hasta tan tarde como el. Se sentaban agrupados en un extremo de la sala, debajo de los televisores. Dos de las correctoras que se sentaban juntas cerca de la impresora, eran jóvenes y atractivas. ( Si, había concluido Lincoln, es posible ser hermosa y parecer un topo.) Se preguntaba si la gente que trabajaba de noche salía en pareja de día.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2016 ⏰

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