III

23 3 3
                                    

Empecé a sentirme algo incómodo mientras volvía a empezar a caminar por la carreta general. La casa de mi amiga estaba todavía un poco lejos y me di cuenta de que esos palurdos no dejaban de seguirme. Me extrañó muchísimo encontrármelos ahí. Por un momento me figuré que serían algunos policías de paisano de esos que están por ahí tocando los huevos a los honrados ciudadanos, pero las pipas que llevaban no parecían de pitufo. Me alteré y empecé a correr hacia la casa de Yésica y, efectivamente, esos tíos empezaron a perseguirme.

-¡Mierda! ¡Joder! –grité

Alzados por encima de los ruidos de los coches ya la gente que había allí, los gritos de los desconocidos me... "sugerían" que me detuviera. Con un gesto rápido, les hice un corte de mangas. Llevaba pocos segundos corriendo y un fuerte dolor en la barriga comenzó a azuzarme. Los puntos... Pensé. La herida se había abierto. Traté de meterme por un callejón que había cerca de un cruce a ver si los despistaba, pero nada más avanzar un poco caí desplomado al suelo. Mis piernas apenas me respondían del dolor que estaba sintiendo. La mano se me había vuelto totalmente roja de intentar tapar la herida y los pinchazos que recibía por todos mis músculos que estaban haciendo enloquecer. ¡Mierda! ¿Por qué me duele tanto? Miré hacia detrás y los tipos estaban ya cerca de mí. Permanecían serios y firmes conforme daban pasos cortos hacia mí. El más rubio de todos, que parecía un nazi por lo menos, sacó una pistola de una cartuchera que tenía a la derecha, bajo una chaqueta amarilla de Prada. Me sobrecogí al ver que era una pistola química. En su cámara de contención había un líquido verde brillante que no tenía aspecto de ser bastante relajante. Me quedé tendido en el suelo, mirándoles atentamente, pensando para mí que mi final había llegado. No sabía que cojones era esa mierda, pero no tenía pinta de medicina. Se acercó a mí y se arrodilló a mi lado, mirándome a través de esas gafas de sol opacas. Empecé a tener muchísimo miedo cuando me di cuenta de que no podía moverme. Algo estaba paralizándome. Me susurró algo al oído.

-Tranquilo, en un momento se acabará todo.

El miedo abrió mis ojos mientras gotas de sudor comenzaban a resbalar por la superficie de mi piel. Noté la punta de la pistola apoyada en mi cuello, seguido de un fuerte pinchazo, y un gran dolor. Sonrió de pura satisfacción al ver como mi cuerpo empezaba a contraerse y estirarse, como mis brazos se convulsionaban y mi mente se perdía en la inmensidad de la nada. De fondo oía las risas de esos hombres, hasta que uno susurró: "Misión cumplida, jefe". Sentí que me moría. Sólo una fuerte rabia y una gran ira me mantenían con vida, notando su presencia mientras mi cuerpo se iba calmando y paralizando. Estaba a punto de mandarlo todo a la mierda y dejarme caer en el sopor que me envolvía hasta que, al fondo del callejón, pude ver como una figura se movía por detrás de esos hombres. Se dieron cuenta tarde de su presencia, y para cuando quisieron darse cuenta, sus gargantas estaban atravesadas por dos cuchillos. Cayeron al suelo, agarrándose el cuello mientras intentaban pronunciar algunas palabras de ayuda. Totalmente inútil, salvo para alertar al tipo que estaba a mi lado. El tercero se incorporó de repente cuando oyó esos gritos y miró fijamente a la persona que tenía enfrente. Iba encapuchada, con un pequeño suéter gris. Vi que llevaba un cinturón en el que había suficientes armas como para poder atracar un banco. Me quedé algo impresionado en realidad. Tras darse cuenta de la situación que le rodeaba, fue consciente de que no iba a salir vivo de ahí. A mí me habría acojonado verme a alguien así frente a mí y con mala leche. Trató de huir rápidamente, de forma inútil. Estúpido. Pude oír como su cuerpo caía justo tras de mí, como un plomo, tras oírse un leve disparo. Cuando quise darme cuenta, la persona que me había "intentado" salvar la vida, se acercó a mí. Para mi sorpresa, no era otra que Lucía. De forma rápida, sacó otra pistola química y me la inyectó en el cuello. ¿Es que ahora estaba de moda llevar una pistola química en el bolsillo? Apoyó su mano tras mi cuello y me ayudó a incorporarme. Aún me sentía un poco aturdido, pero todo el daño que tenía se había desvanecido un poco. Me sentía algo mejor. Menos mal.

-¿Qué haces aquí? ¿Tú no te habías ido?

-Cállate, si no llega a ser por mí serías un fiambre en el suelo.

-Espera, espera, espera. –Le paré en seco un momento- ¿Por qué estabas siguiendo a esos tíos? ¿Y por qué me seguías a mí? ¿Cómo sabías que me estaban siguiendo?

Suspiró fuertemente antes de decir unas palabras que despertaron enormemente mi curiosidad.

-¿Te suena el nombre de Theseus 98?

(Nota del autor: Si quieren que siga escribiendo, denle favorito a la historia. Gracias ^^)


THESEUS 98Donde viven las historias. Descúbrelo ahora