Algunos años atrás llegó a mi vida un ser especial, llegó para enseñarme a quererlo, a amarlo, me acompañó en las noches frías, en las tardes lluviosas y estaba ahí cada que salía el sol y cada que la luna se encendía, me resguardó en sus brazos cuándo mis miedos e inseguridades me dejaban sin voluntad para contínuar, esa época en mi vida fué la mejor, tenía el mejor espejo en el que podía mirarme, ese espejo eran sus ojos...
No tengo palabras para describir lo vivido en esa etapa, pero me sentí plena, deseada, querida y sobre todo fuí muy feliz, no sé si fué el destino o quizá sea verdad eso de que todo principio tiene un fin, pero por alguna razón terminó.
Ya han pasado semanas desde que él decidió marcharse, pero se marchó físicamente porqué su recuerdo sigue aquí. Es que, ¡cómo cuesta dejarlo ir! Aunque después de tanto pensar comprendí que tengo que soltar todo aquello que no me permite continuar.
Sí, sé que nunca lo voy a olvidar, también sé que un amor así sólo es una vez en la vida, pero sé también que vendrá un ser humano que sea capaz de hacerme recordar sin dolor, que me proteja nuevamente en sus brazos y que esta vez tomará mi mano para no soltarla jamás.
Por eso decidí mirar hacia adelante y continuar, no sin antes agradecer todo lo que me diste, los momentos memorables a tu lado, gracias, amor de mi vida.
Gracias a ti estoy lista para recibir y esperar con paciencia a mi compañero de viaje, ese que se quedará conmigo hasta que lleguemos a nuestro destino, un destino incierto, habrá altas y bajas, pero llegaremos juntos hasta el fin.