Capítulo 1: Despertar

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El silencio se había apoderado de todo. Un vacío inundaba mi corazón, un ligero sentimiento que no me dejaba moverme ni respirar con normalidad. De pronto, una figura se materializo delante de mí. Era mi hermana. Mi hermana pequeña Rachel. Corría hacía mí sonriendo, con aquella sonrisa que la hacía tan especial. 

Todo iba bien. Me convencí de eso. Aunque algo en mi interior sabía que no era cierto.

Abrí mis manos para abrazarla, entonces algo falló. Mis manos estaban atadas. Giré mi vista, apartándola de Rachel quien se había detenido a metros de mí mirándome sin entender nada. 

Visualicé rápidamente unas esposas que me ataban a la pared, seguido de un sabor a sangre que no había diferenciado hasta ahora en mi boca. 

Un grito. Solo fue eso. Pero tuve que asegurarme de que no procedía de mi hermana y cuando alcé de nuevo mis ojos no era ella quien visualicé delante de mí. Sino un hombre corpulento con una mascara en el rostro prohibiéndome ver su cara.

Todo fondo que había visualizado desapareció poco a poco convirtiéndose en negro, todo menos el hombre y las esposas que me retenían. 

Quise gritar. Pensé en hacerlo, pero  no salía nada de mi boca.

-Vas a morir -fue lo único que dijo el hombre.

En cuanto lo pronunció  pego una patada a la pared, creí que me daría, sin embargo, no lo hizo. Esta se rompió haciéndome caer, curiosamente no caí en el suelo, sino en un agujero sin fin.

Todo era negro, aunque no me importaba. No sentía miedo, ni dolor, ya no sentía nada. En lo único que pensaba era en su frase, como tres simples palabras habían causado tantas ruinas en mi interior. No quería morir, ni en ese momento, ni en ninguno cercano, de eso estaba segura. Cerré mis ojos dejándome caer, y abrí mis manos, sin darme cuenta de que las esposas ya no estaban en ellas. 

Aquello era el fin, el fin de una vida tranquila y normal, y el comienzo, el comienzo de mi mayor pesadilla: Matar o morir. 

 

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Me desperté empapada en sudor. Estaba en la cama, con un rayo de sol que alumbraba toda la habitación. Me tranquilicé al pensar que no estaba en peligro, todo había sido un mal sueño. Sin embargo, pronto tuve que levantarme ya que me percaté de que aquella habitación no era la mía.

¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?

Mis dudas no tenían respuesta y nadie podía dármelas, me encontraba sola, seguramente no había nadie en todo el edificio, más bien, en todo mi alrededor.

Observé el cuarto con interés, podía darme alguna respuesta. 

Parecía una habitación algo pobre, tenía una cama, cuatro cuadros que parecían pintados a mano por alguien no muy profesional, aunque me gustaba la composición y sin duda la persona que los había creado sabía lo que se hacía. A mi espalda una mesa alargada colocada contra la pared, un armario cual no tardé en comprobar que estaba vacío. Una ventana a mi izquierda y una puerta de madera al lado de otro armario más grande que el anterior, a mi derecha.

Crónicas mortales: origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora