Prólogo

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Caminaba abatida por las pesadas calles. No sabía mi destino y menos lo que me deparaba el futuro. Lo único que deseaba era olvidar mi pasado, los últimos meses junto a él. Suprimirlo, que cicatrizase esa herida lo antes posible. Sé que era demasiado reciente, pero tenía que olvidarle. Después de casi ocho meses juntos me dejó, y no había dolor en sus ojos, supe en ese momento que todo era una mentira. Él nunca me había querido.

Mi móvil vibró, haciendo que lo sacara. Llevaba el gorro de la sudadera puesta, queriendo esconder mis lágrimas y mis manos estaban heladas, aunque mi corazón estaba muerto.

Acababa de recibir un comentario de un usuario de YouTube que comentaba mi anterior vídeo: Realidad vs Ficción con mi novio. Quise tachar aquel final a puñetazos, pero sabía que no se borraría. Por lo que me metí en el primer callejón y me senté en una esquina, tirando el aparato unos metros más allá. No quería verlo, no podía.

Dejé caer todos los recuerdos que había formado junto a él transformándolos en agua con sal que salía por mis ojos. Mientras, la luna reinaba en el cielo mostrando lo tarde que era. Sin embargo, eso me daba igual, mi vida estaba destrozada, no podía ocurrirme nada peor. O quizá sí.

-¡No! ¡Ayuda! -gritó una voz femenina a metros de mí- ¡Soltarme!

Mi cuerpo se paralizó. Ya no caían lágrimas por mis ojos. De pronto ni siquiera recordaba a mi ex. Me acerqué en silencio hasta el móvil. Aun mostraba mi cuenta de Youtube, recalcando los 567 subscriptores que tenía. Lo cerré y marqué el número de emergencias. Mis manos temblaban y mis pies no respondían.

Miré escondida detrás de un contenedor de basura a las tres figuras que llenaban el callejón. Dos hombres y una niña. Esta última estaba tirada en el suelo llorando mientras los otros dos hablaban por teléfono, al igual que yo. 

-Emergencias, ¿qué deseas? -me dijo la voz al otro lado de mi llamada.

-Por favor, necesito ayuda.

-Tranquilícese señora, todo va a salir bien. ¿Cuál es su emergencia?

-Hay dos hombres y creo... creo que están secuestrando a una niña.

-¿Conoce a alguno de ellos?

-No.

Estaba tan nerviosa que ni siquiera cuestionaba la estupidez de la pregunta. Uno de los hombres se agachó para agarrarla y meterla en el coche, mientras el otro colgaba el teléfono.

-Mierda, mierda. Se la van a llevar.

-¿En qué calle se encuentra? -me decía la voz.

La niña pataleaba, gritaba y lloraba, pero nadie la ayudaba, ni siquiera los vecinos habían salido a los balcones. La estaban secuestrando delante de mí y no sabía que hacer.

- ¿Señorita? Necesitamos una dirección.

La escuchaba, pero no me salían las palabras, mi mente se debatía en actuar o correr en la dirección contraria. 

-Métela rápido y vayámonos - ordenó uno de los hombres.

-¡Joder! -salió de mí tirando el móvil al suelo y corriendo a empujar al hombre que tenía sujeta a la niña.

-¿Pero qué? -se sorprendió el otro.

-¡Suéltala! -aullé sin saber muy bien qué estaba haciendo.

Como si mis palabras fueran mágicas, el chico soltó a la niña, poniendo cara de asustado, y esta, después de dirigirme una mirada que mostraba un: "gracias y corre", salió corriendo sin mirar atrás.

-¡Estúpida! ¿Qué has hecho? -masculló el otro hombre, observando la escena.

Seguí con la mirada los pasos de la joven. Me sentía feliz por haberla ayudado, pero en cuento volví a la realidad me di cuenta de que yo seguía allí. Pensé en correr, sin embargo, ellos ya me habían cerrado el paso.

-¿Te crees heroica? -me soltó con asco- Habíamos pagado por ella.

No estaba segura de como eso debía hacerme sentir peor. Comprar personas era ilegal.

-Necesitamos llevar a una chica -advirtió el hombre sujetando el teléfono-, sino se enfadaran.

-¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? -dudo el otro.

No les hacía mucho caso, pensaba en como escapar.

-No tenemos otra solución. Además, nadie notará el cambio.

Ambos me observaron, fue entonces cuando me di cuenta de que estaban hablando de mí.

-No estoy de acuerdo con hacer esto, pero tampoco quiero que me despidan. Está bien.

No había escapatoria, no obstante, tenía que intentar algo. Salí corriendo esquivando a uno de ellos y logrando dejarles atrás. Ya podía ver el final del callejón, allí habría gente y podría perderme entre ella. Una sonrisa salió de mí cuando estaba a un paso de salir, sin embargo, me choqué con algo blando que me hizo rebotar hasta el suelo.

Era una persona. Un hombre más bien. Estaba salvada.

-¿Qué hacéis? -escupió mirando con odio a los otros dos hombres-. ¿No sabéis hacer bien ni vuestro trabajo?

Borré la sonrisa de inmediato.

-Lo siento señor -se disculpó uno de ellos- Ya hemos acabado.

Sentí un pinchazo en el cuello y todo comenzó a dar vueltas. 

Dios, era estúpida se lo había puesto en bandeja, debía haberles mirado, debía haber luchado más.

No pude pensar en nada, mis ojos se cerraron haciéndome caer en un sueño largo y acogedor, desvaneciéndome de aquella locura y llevándome a un mundo en el que mi ex y yo aún éramos novios y vivíamos felices. Sin secuestradores, ni jeringuillas, ni niñas huyendo. Solo él y yo. Pero como todo, no duró lo suficiente, pronto mi vida se convirtió en una pesadilla de la que no podía salir.

Crónicas mortales: origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora