Para aquellos que sólo conocen la versión de Disney, encontrarán que la historia narrada por los hermanos Grimm tiene inexplicables diferencias. Según el cuento, Blancanieves era una adolescente de extraordinaria belleza que tenía una madrastra que aspiraba a ser la más hermosa del reino. Por eso, el día que se enteró de que su hijastra era efectivamente la mujer más hermosa de la Tierra, le ordenó a un cazador que la lleve al bosque y la mate. Sin embargo, la sentencia nunca se cumplió: el servidor, conmovido por la belleza de la joven, la deja libre y Blancanieves vive feliz en la cabaña de los enanos.
Hasta aquí, todo coincide con la película de Disney. Es en la segunda parte de la historia cuando aparecen las diferencias más notables. En el momento que la madrastra se entera de que Blancanieves seguía con vida, decide tomar cartas en el asunto y matar a la joven con sus propias manos. Lo intenta en tres oportunidades: la primera vez, con una primorosa cinta para el pelo; luego, con una peineta tóxica ; y finalmente, con la famosa manzana envenenada. En las dos oportunidades anteriores, los enanitos llegaron a tiempo para rescatar de la muerte a su doncella. Pero, en la tercera, la madrastra se sale con la suya y la princesa finalmente cae inconsciente en el piso de la cabaña. Los enanitos se dan cuenta de que ya nada pueden hacer y deciden enterrarla en un ataúd de cristal porque no podían soportar que la tierra se devorara su belleza. Allí, en la espesura del bosque, la velaron durante años.
El final de la historia es lo más desconcertante. Un día pasaba por esas tierras un príncipe y al ver a Blancanieves se enamoró tanto de ella que pidió a los enananitos llevarla a su castillo para contemplarla durante toda su vida. Pero, al mover el ataúd, un trozo de manzana salió de la garganta de Blancanieves y la doncella se despertó. No hubo beso: sólo un afortunado accidente. Felices, el príncipe y Blacanieves se casaron. Invitaron a los enanitos y también a la madrastra, sólo que a ella le tenían preparada una sorpresa: fue obligada a bailar desnuda hasta morir, calzada con unos zapatos de hierro calentados al rojo vivo