Tras media hora caminando entre callejones lleno de gente, basura, y conflictos, llegaron al único lugar donde se sentían seguros.
Aquella pequeña casa, hecha de tablones de madera, y rodeada de otras con distintas formas y tamaños, lo llamaban hogar. Fue construida por el tatarabuelo de Jack, ahora le pertenecía a él. Y así generación por generación.
La casa no era grande, ni acogedora, constaba de dos camas, una a cada lado de la puerta, y, tal cual entras, encuentras un mueble al fondo, y al lado un escritorio, los dos hechos a manos.
Lo que más sorprendería a alguien que no haya entrado nunca, sería la puerta, lo único que no era de madera, un material extraño, una aleación de hierro y aluminio de color grisáceo.
Un fuerte golpe sacudió la casa, era Jack, había abierto la puerta con la furia de un huracán, tras él entró su amigo y salvador Brian. Fue a hablar pero Jack lo cortó.
-¿Tienes idea de a quien le acabas de clavar tu maldita navaja?- preguntó Jack, mientras le lanzaba una mirada asustadiza a su amigo.
-¿Qué querías Jack? ¿Morir ahí?- respondió Brian, mientras cerraba todos los enganches de seguridad de la puerta.
-Prefería morir ahí, antes de que me coja vivo, que es lo que hará si se entera donde vivimos- Contestó Jack aún más asustado- es el jefe de la banda del oeste, no tengo ni idea de porque se encontraba casi en pleno centro, pero va a mandar a sus hombres, y si nos encuentran, me pegaré un tiro- afirmó Jack, sacando de debajo de su escritorio la pistola que años antes le había dado su padre.
-Tú mismo lo has dicho, vive al oeste, nosotros al sureste, no tenemos nada que temer- le tranquilizó Brian, que ya había terminado de asegurar la puerta.
-No, debemos andar con cuidado, con mucho cuidado, en cualquier momento se nos pueden presentar en esa misma puerta- Dijo señalando la grisácea puerta- y no estaremos preparados.
-Antes de que le clavara mi navaja al ojos azules, seguíamos estando en peligro- puntualizó Brian, mientras se dejaba caer sobre la cama- es lo que tiene vivir en SAHARA, ¿No? Peligro constante.
-No tienes ni idea de a que te enfrentas Brian- se enfadó Jack.
En cuestión de segundos, Brian dio un salto sobre la cama, poniéndose de pie casi al instante. Miró a su amigo con rabia, se acercó a él, y le dijo:
-Se perfectamente a que me enfrento, ¿Entiendes? Antes de que me acogieras en tu casa a los 12 años, vivía en la calle, veía gente morir casi todos los días, cogieron a mi padre en la elección diaria, y enviaron a mis dos hermanos a la fosa, sé que es lo que hay ahí fuera. Lo he vivido desde dentro, tú por suerte no has pasado lo que he pasado yo. Y también sé que nadie vive bien aquí, por el simple hecho de no tener la puta piel blanca. Pero no me digas que no tengo ni idea. ¡POR QUE LO SE MUY BIEN!-
Varias lágrimas rodaron por sus mejillas, se dio la vuelta, y volvió a acostarse en la cama.
Jack se quedó de pie, sin saber que decir, deseando poder hablarle a su amigo, decirle que lo sentía, abrazarle, algo...
Se apoyó en su escritorio, y se quedó pensando; en su padre, en SAHARA, en la vida en sí. Hasta que se percató de algo, ¿Cómo no se habían dado cuenta antes? Debían estar en el centro de la ciudad después de comer, habían sido elegidos por los blancos para construir la nueva sala de tortura. Ellos dos y 18 personas más.
-Brian...- susurro Jack, casi temblando.
-¿Qué quieres Jack?- preguntó Brian despreocupado.
-Nos van a matar- contestó Jack secamente.
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Sahara
Ficção Adolescente¡Con este libro aprenderás lo cruel que puede llegar a ser el ser humano! Tras un atentado ocurrido en Estados Unidos por personas de piel negra, el gobierno de EEUU crea una ciudad en la que se encerrará a todas las personas negras del continente A...