CAPITULO 6

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-Buenos días señora Flora-habló Álvaro con una educación influenciada por la tensión y los nervios-¿Cómo se encuentra usted hoy?


Entraron en la cocina donde el aroma a dulce era mucho más intenso allí. El rostro de Alma hablaba por si solo, un idioma que solo Álvaro podía entender, una carrera de quince años de amistad. Todo se centraba en una única cosa: una bandeja de horno repleta de galletas de gran tamaño con pepitas de chocolate.


-Muy bien, hijo-dijo la anciana mientras emplataba las galletas con las manos sin temer poder quemarse. Tres bandejas más se cocinaban en el interior del horno.

-¿Esperaba usted a alguien?-preguntó Alma, era como si la anciana hubiera sabido que iban a ir a verla.

-A vosotros, hija.


El tiempo en el reloj de Álvaro se detuvo, ni siquiera su teléfono móvil se atrevió a avanzar sus minutos. Todo en lo que alguna vez había creído ahora se desvanecía bajo el intenso olor a galletas recién horneadas. Siempre había sido un supersticioso nulo, de hecho le daba mil vueltas a las cosas siempre que se salían de un parámetro definido como normal. Pero las cosas habían cambiado desde la aparición de Leo, desde que aquel fantasma le robara su primer beso.


-¿Es usted vidente, Flora?

-¡Alma!-susurró Álvaro alarmado.

-¿Qué? Alguien se lo tenía que preguntar.

-Vidente, ¿yo? -la anciana se echó a reír mientras removía chocolate soluble en una taza con leche caliente-. A mis ochenta años ni si quiera puedo leer el periódico sin mis gafas de ver de cerca.

-Entonces... ¿Cómo sabía que íbamos a venir?-Álvaro sonaba sorprendido.

-Ah, me lo dijo la Nora.


Y antes de que pudieran proseguir la conversación el timbre resonó a lo largo de toda la casa. Flora esbozó una sonrisa mientras se acercaba a abrir la puerta para dejar entrar a su invitada. Álvaro y Alma se sentían espectadores de una telenovela, la alegría de la anciana eran tan exagerada que parecía solo poder existir en la televisión.


-¡Hola, abuela!-se escuchó la voz de una niña.


Largos cabellos morenos y lisos caían a lo largo de un cuerpo de alta estatura, en comparación a la edad. Con tan solo diez años era más alta que la anciana. Sonriente y risueña, la niña, abrazó a Flora e ignoró a los amigos para dirigirse al plato con galletas.


-Ella es Nora.

-¿Es su nieta, Flora?-Alma se acercó a la niña para socializar-¿Qué tal estás, pequeña?

-¿Pequeña, dices?-habló la niña mientras jugueteaba con la galleta que descansaba entre sus manos esperando a ser devorada-Te sorprendería saber el tiempo que llevo en este mundo.

-No, no es mi nieta, hija-Flora colocó la taza frente a Nora-Ella es como tu amigo, hijo.

-¿Cómo Leo?-Álvaro se acercó para mirarla más de cerca-.¿Tú también eres un fantasma?


La galleta se deslizó a través del aire hasta caer sobre las demás y rebotar hasta acabar en el suelo. Nora clavó sus ojos azabaches sobre Álvaro, entonces su voz cambió radicalmente. No había ni rastro de la voz dulce de aquella niña de diez años, en su lugar había aparecido una criatura de las tinieblas con una voz tenebrosa acompañada por un eco fantasmagórico.

PLEGARIAS PARA TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora