Miro por última vez mi casa. Hoy es un gran día. Ayer acabamos los preparativos de la mudanza, por lo que ahora mismo estoy en Troya, el coche de mis padres, una berlina de Audi. No me considero una adolescente normal. En cuanto me dijeron que debíamos mudarnos a causa de problemas en nuestro vecindario no me importó lo más mínimo dejar a mis amigos, el instituto, o todo lo relacionado con los problemas comunes que tienen los adolescentes hoy en día. Pero, a mí no me afecta. Me parece... Excitante. La idea de conocer más allá de nuestro pequeño y recóndito vecindario. El nuevo está a trescientos kilómetros de el antiguo.
- ¿Segura que no estás en contra de la mudanza? - me había preguntado mi madre todos los días antes de ella.
Yo negaba una y otra vez, y, de hecho, lo que me enfadaba era aquella pregunta, por lo que se preocupaban más y seguían pensando lo mismo.
Mis padres me han dicho que nuestra nueva casa no será exactamente tan "casa". Viviremos en un piso en el centro de la ciudad. En el núcleo de Charlotte.
Llegamos al cabo de hora y media. Aparcamos el coche lo más cerca que podemos - ya que aún no poseemos las llaves del garaje - y comenzamos a bajar las maletas y bolsas. Según la compañía de mudanzas, nuestros muebles ya están dentro a nuestra disposición. La entrada al edificio no es nada del otro mundo. Un pequeño recibidor que da a dos ascensores. Llamamos y subimos en el de la derecha hasta el cuarto piso. Entramos y me llevo una sorpresa. El piso es muy pequeño y la inmobiliaria está amontonada por todo el pasillo principal. Al final de este está la cocina, y a lo largo de él se encuentran las demás habitaciones además de un único baño.
- Avril, ven. Mira tu cuarto. - me dice mi madre como para darme ánimos.
Entro en mi supuesta habitación. No está mal. Entra mucha luz y podré poner todo lo que tenía en mi casa. Le sonrío a mi madre para indicarle que me ha gustado y ella me la devuelve.
• • •
A la noche cenamos comida china para llevar. Durante el resto de la tarde hemos colocado lo más importante. Unas sillas y una mesa en la cocina; las camas en los dormitorios y los usos de aseo en el baño, además de abrir la llave del agua.
A las diez de la noche me despido de mis padres y voy a mi cuarto. Me desvisto y me pongo el pijama. Luego abro mi portátil y abro Skype. Clico en la foto de mi amiga Sky y espero. Hemos quedado en llamarnos a esta hora. Después de unos segundos aparece su cara. Reconocería esa cara pecosa y ese pelo liso y pelirrojo en cualquier parte.
- ¡Avril! ¿Qué tal por Charlotte? He oído que hay chicos muy guapos ahí.
Me río. Sky siempre dice ese tipo de cosas. Bueno, todas las adolescentes dicen esas cosas. Yo, no. Es decir, no quiero parecer aquí la especial ni nada por el estilo. Es sólo que, no me interesa el tema como a las demás chicas de mi edad. A ver, que sí que me he fijado más de una vez en algún chico... Pero, en fin, que no es mi obsesión verme guapa para el sexo masculino.
- No he salido aún a la calle como para saberlo. - le contesto mientras río.
- Aquí las cosas están como siempre.
- Me imagino que es así, ya que he abandonado el vecindario hace doce horas.
- Quién sabe. - y se encoge de hombros -. Hoy fui al centro comercial y me compré esto.
Se va un momento de la pantalla y vuelve con un mono entero vaquero largo.
- ¿Te gusta?
- Sí. Es muy bonito. - y lo digo sinceramente.
La voz de su madre se escucha como un murmullo desde mi habitación.
- Te tengo que dejar. Ya hablaremos. - me dice angustiada.
Cierro el portátil y lo dejo con cuidado en el suelo, debajo de la cama. Luego me meto bajo la manta que me ha dado tiempo a poner sobre el colchón e intento dormir. No tardo mucho.
• • •
Abro los ojos a causa de la luz que entra desde la ventana. Me levanto y camino descalza hasta la cocina, donde me encuentro a mi madre colocando algunos vasos en la alacena.
- Hola, cariño. Tienes un café en el microondas y una napolitana de chocolate en la mesa. Los ha traído papá de una cafetería que hay cerca de aquí. Él ha ido a junto del antiguo dueño del piso.
Asiento y me como la napolitana y bebo el café. Regreso a mi habitación y me visto. Unas mallas negras, una camiseta sencilla rosa y una sudadera de cremallera beige. Me despido de mi madre y salgo a la calle. Me ha encargado que compre el pan. Llego a la panadería sin dificultad gracias a sus indicaciones.
- Gracias. - digo a la panadera mientras intercambiamos el dinero con el pan.
Cuando doy la vuelta en la esquina de mi calle oigo un estruendo. Proviene de mi edificio. Me asusto. ¿Y si han entrado a robar? ¿Y si el ladrón lleva un arma? ¿Y si...? Las piernas no me responden. Tengo que correr, lo sé, pero no puedo. Mi pánico hace que no me mueva. Avril... ¡Vamos, reacciona! ¡CORRE! me digo a mí misma. No sé de dónde reúno el valor necesario para mover las piernas pero, estoy corriendo. Y me dirijo a mi edificio. Noto como la bolsa con el pan se golpea contra mi cadera derecha mientras avanzo. Llego al portal. Está roto y forzado. Parece que es más de un ladrón. Respiro hondo y entro en la edificación, destrozada. Subo corriendo las escaleras hasta el primer piso. De uno de los apartamentos sale un rastro de sangre en dirección a la segunda planta. Trago saliva y noto como se me revuelve el estómago. Estoy a punto de vomitar. Contengo la respiración y sigo avanzando. Llego al segundo piso. Más sangre. Una de las puertas está abierta, y de ella sale un rastro de relleno, lo más seguro de un cojín, empapado en más sangre. Sé que es sangre porque es brillante y viscosa. Esta continúa hacia el tercer piso. Estoy empezando a dudar de que sean unos ladrones. Más bien, parece que la mafia ha venido a cobrar sus deudas. Tengo miedo, pero me niego a abandonar ahora. Sigo subiendo por las ensangrentadas escaleras, hasta el tercer andar. Un tanto de lo mismo. Ahora sí que me estremezco. El cuarto piso es el mío. Se me acelera aún más el corazón y por fin escucho lo que está haciendo tal desastre. Es una respiración fuerte y profunda, como la de un animal. Al mismo tiempo escucho gruñidos. Subo el penúltimo escalón y noto como una gota de sudor frío cae por mi frente. Dejo de respirar. Ahí está. El ser que ha matado a todo el edificio. Es grande. No, enorme. Tiene andares de león pero se parece más a una pantera con pelaje de guepardo. Se gira hacia mí y me enseña sus fauces. Unos largos y afilados colmillos desean mi carne y unos ojos rojos inyectados en sangre me miran feroces. Entonces grito. Grito todo lo que no grité en mi recorrido hasta aquí. Grito por no haberme dado cuenta antes y grito por ver a mis padres dentro del piso, rodeados de dos bestias más como la que amenaza mi vida.
- ¡Avril, corre! - grita mi padre -. ¿Qué haces? ¡Corre! - repite. Pero no reacciono.
- ¡Avril, vamos, sálvate! ¡No conseguirás salvarnos si tú también mueres. - escucho la voz de mi madre.
Algo en mí despierta y me permite correr. Me doy la vuelta y bajo tan deprisa como puedo las escaleras. No pienso mirar hacia atrás. No quiero,ni puedo. Sin darme cuenta llego al recibidor. Salto hacia el exterior, pensando que todo ha sido una alucinación y fuera estaré a salvo. El terror me inunda completamente. En toda la ciudad cunde el pánico. Muchas más bestias como la que ha atacado a mis padres han llenado la ciudad. Escucho los gritos de miedo de miles de personas a la vez. Entonces recuerdo que un ser de esos me está persiguiendo. Miro a ambos lados de la calle y corro hacia mi derecha. Doy algunas esquinas y me meto en un callejón sin salida. Escucho los gruñidos del monstruo y como avanza hacia a mí. Estoy perdida. Entonces unas manos me agarran de la cintura y me elevan hacia arriba. Cierro los ojos pensando que es el fin de mi vida. Noto el aire azotar mi cara mientras la persona que me lleva en brazos corre por algún sitio. Reúno un poco más de valor y abro mis párpados. Quien me ha rescatado va todo de negro por lo que no logro ver su rostro. Parece una especie de ninja... Entonces pierdo el conocimiento, creo que a causa de tanta adrenalina y miedo.
ESTÁS LEYENDO
PRUSSIA
Science FictionAvril ha pasado sus dieciséis años de vida viviendo como un humano normal y corriente, o eso cree. Su vida da un giro de ciento ochenta grados al entrar en un apocalipsis en el que el peligro son unas bestias mutantes, las cuales por alguna razón la...