Pero sin saber por qué nunca llegaba a cruzar más de cuatro palabras con el maestro.
Una mañana que no estaba el director pudo entrar hasta la cocina. Al pasar ante la puerta del salón de la gran casa vio un tablero de ajedrez con una partida empezada.
-aprenderé a jugar al ajedrez- se dijo.
El joven Adrián Troadec llegó al ajedrez por amor. El ansía de amor fue su primer maestro.