4. Espero y no rompas mi última esperanza.

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Cuando llegó a la parte de atrás de la Casa Grande, por donde sabía que estaba la única ventana que daba al sector privado de la enfermería, empezó a arrepentirse del plan que se había formado en su cabeza mientras llegaba allí. Entrar sigilosamente y esperar que Will estuviera dentro ahora le parecía absurdo. Era obvio que ya estaría en su cabaña, durmiendo plácidamente bajo las mantas, sin que le importara el paradero de Nico, como hacían todos los campistas.

«Debes saber que nos importas, Di Angelo», le había dicho Solace ese día, sin embargo.

¡Ja! Si fuera tan «importante», seguirían buscándolo. Pero no. Nico solo era una molestia para todos, una molestia para Will. Ahora que lo pensaba, incluso había sido una molestia para Bianca, y por eso ella se había unido a las Cazadoras de Artemisa. Solo Hazel se preocupaba por él, y ni siquiera lo hacía demasiado. Lo hacía porque estaba agradecida por devolverla al mundo de los vivos, nada más.

Ya estaba por regresar a la playa para dormir y al día siguiente huir a algún sitio lejos de Long Island (tal vez le dieran asilo temporal en el Campamento Júpiter), cuando oyó voces dentro de la enfermería.

- Tienes que ir a dormir, Will. - decía una voz de mujer.

Nico la identificó: era Kayla, una miembro de la cabaña de Apolo.

- No. - repuso Solace, y cuando Nico se asomó por la ventana, lo vio sentado en la cama que él había usado, recostado sobre el respaldar con los brazos cruzados y la cara avinagrada de disgusto - Voy a esperarle. Regresará.

Kayla suspiró ruidosamente, pero no dijo nada y se fue.

Así que Will lo estaba esperando, pensó Nico, y estaba dispuesto a no dormir con tal de estar alerta.

Cambió de decisión tan rápido que ni se dio cuenta cuando abrió la ventana de golpe y saltó al interior de la enfermería. Todas las luces estaban apagadas, pero Will era visible gracias a su brillante cabello rubio. Cuando este lo vio, Nico no pudo evitar sonrojarse (no supo si de vergüenza o porque ya había admitido que le gustaba).

Sin embargo, Will sonrió.

- Chico Muerte. - dijo, arrastrando las palabras. ¿Estaría borracho?

No, qué idea más absurda. Solo tenía quince años.

Mirándolo mejor, Nico se dio cuenta de que no estaba borracho, sino solo muerto de sueño. Debajo de sus ojos azules había unas ligeras ojeras, y su camiseta del campamento estaba manchada de tierra.

- ¿Se puede saber dónde has estado?

Will se levantó de la cama dando traspiés, pero no pareció importarle. Fue directo hacia Nico, con las manos extendidas en su dirección. Él, asustado, retrocedió hasta quedar apoyado en la ventana, y cuando Will estaba a punto de alcanzarlo, dobló a la derecha hasta quedar subido a una de las mesas donde estaban las vendas y los demás materiales de la enfermería.

- Maldita sea, Nico, quédate quieto.

A Will no le importó que el hijo de Hades estuviera sobre una mesa, al parecer, porque le jaló las piernas hasta dejarlo sentado y se quedó parado entre ellas. Nico se lo quedó mirando, anonadado, confundido y furioso.

- ¿Dónde has estado? - volvió a preguntar Will, y esta vez él también sonó molesto - Te hemos buscado todo el día por todo el campamento, y tú, como el desconsiderado que eres, no te dignaste a aparecer. - le tomó la cara entre las manos - ¿Cómo crees que me he sentido yo?

Nico se quedó paralizado.

Con las manos de Will en sus mejillas, su sonrojo se volvió aún más pronunciado, pero no se atrevió a soltar palabra. Solo, siguiendo un impulso que parecía abarcar todo su ser irremediablemente, le colocó las manos sobre los hombros, las bajó hasta los codos y volvió a subirlas. Los ojos de Will se abrieron como platos, pero tampoco dijo nada. Resplandecía más que nunca, como si estuviera feliz y no furioso, y Nico no lo entendía. De hecho, no entendía nada. Sus pensamientos se desconectaron, sus miedos huyeron y su inseguridad se fue al garete, junto con su autocontrol.

Por mil y una cosas. »SolangeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora