Parte única

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Se podía observar una casa humilde y acogedora en las partes más recónditas de lo que quedaba de un pueblo de Londres. Estaba en completas tinieblas y en un ambiente bastante sombrío, pero es lo que había.

Una persona de ya avanzada edad, se encontraba reposando en una sencilla cama de madera y colchas viejas. Su nombre era Kouyou Takashima, se encontraba en un estado deplorable. Todo pálido,con grandes ojeras,la piel prácticamente pegada a los huesos y con unas manos bastante débiles.
A su lado, se encontraba Akira suzuki. Amigo suyo desde primaria y compañero en el dogma.
Se acercaba la hora final de este ya pasado parroco del pueblo. Los santos óleos eran esparcidos en el cuerpo postrado en cama por el mejor amigo de este. Y la oportunidad de confesar por última vez los pecados,que como ser humano trajo desde que llego al mundo.
Por mucho que estuviera dedicado al espejismo de la santidad, jamas se iba a desprender de aquel acto.

Su mejor amigo, a su lado en los últimos momentos, ya estaba preparado para escuchar los últimos alientos de aquel pelicafe que se encontraba en cama.

- Por mucho que me duela esto. Debo separar mis sentimientos fraternales para ayudarte a encontrar la paz que tanto necesitas.

Exclamaba el rubio amigo de Kouyou, con lágrimas traicioneras amenazando con salir en aquel tenso momento.
Kouyou por su parte, le regaló una pequeña sonrisa nerviosa a akira.
Suspiro profundo y empezó con el confesionario final.

Como todo ser humano, tuvo los típicos pecados comunes en el mundo. No eran tan graves comparados con los de un asesino.
La gula en ocasiones se hizo presente en su niñez.
La terquedad fue una característica que siempre resalto en el.
La pereza y la adoración al alcohol fueron por temporadas de las cuales se hicieron presente.
Y la ira, en varias ocasiones fue marcándolo, pero vaya, ¿Quién no es víctima de ello?.

Estaba llegando al fin de su confesionario. Cuando una pregunta salio de los labios del rubio amigo.

-¿Te arrepientes de todos tus pecados?

La cabeza de Kouyou se resonó esa pregunta en su cabeza, provocando la sensación de quebrarse. Junto con el corazón de aquel hombre.
Tanto así fue su sensibilidad, que empezó a temblar y derramar lágrimas por sus mejillas. Y con voz débil pudo susurrar un

- N- no.

El pelirubio de la sorpresa, se paró y lo sostuvo de los hombros, tratando de que lo viera a la cara.

- ¡¿Como te atreves a decir eso?!. Eres un parroco, un espejismo de santidad en el dogma. ¡Una imagen respetable!.¡¿Qué te sucede?. Por mucha alegría que te cause, tienes que arrepentirte. Un arrepentimiento sincero, es lo único que te queda para salvarte de esto.

Lo termino soltando, dejandolo en la posición que estaba. Kouyou no paraba de llorar y abrazarse a si mismo.

- Desde hace 30 años que los recuerdos del asalto de ese entonces no me dejan en paz. Desde ese tiempo llevo sin arrepentirme de lo que sentí ese día. ¡Simplemente no puedo!.

Akira, después de escuchar eso. Levantó su mano en señal de agredir las mejillas sonrosadas del llanto de Kouyou. Pero los sentimientos fraternales que tiene hacia el y la comprensión de lo que paso ese día. Lo doblegaron a apartar su mano y abrazar a aquel ser en últimas.

*Flashback*

Hace 30 años, Kouyou Takashima era un joven que llego a un algo solitario pueblo de Londres.
La primera impresión que tuvo del lugar es que era tranquilo y no tuvo problema alguno con el lugar a donde le fue enviado por sus superiores.
Lo habían nombrado párroco de la única parroquia que se encontraba en ese pequeño lugar. Le alegraba en cierta forma tener ese cargo y la vida que llevaba en ese lugar.
Llego a comprar un espacio sencillo y limpio en donde vivir. Todos los habitantes le tenían un gran respeto y siempre fue destacado por su amabilidad.
De lo único que se tenia que andar con cuidado era de los sitios "peligrosos" por los que caminaba en el pueblo, pues al ser un sitio bastante solitario acercaban los bandidos a saquear y causar destrozos por los lugares de ese aspecto.
Nunca se imagino que el mayor altercado lo tendría en el lugar que proclamaba el dogma.

Del pecado que nunca me arrepentiré -EDITANDO-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora