Smile

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Smile

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Estaba descansando, como de costumbre, en la azotea de su escuela en Namimori.

No le gustaba ir a su casa, no quería ver a su alcohólico padre y a su siempre deprimida madre.

Prefería ignorar que tenía aquella vida, y por ello se refugiaba en su colegio, dónde podía olvidarse de todo aquello momentáneamente.

Bostezó, acomodándose para echar una pequeña siesta, cuando sus pequeños e inexpresivos orbes grisáceos detectaron un movimiento cercano a uno de los muros laterales del recinto.

Era domingo, no podía haber nadie ahí. Seguramente serían delincuentes.

Tomó sus tonfas, armas que dominaba a la perfección a su corta edad, y salió al lugar donde había visto el disturbio.

Divisó a seis personas cuando llegó a su destino. Un pequeño herbívoro castaño acorralado contra la pared, con los ojos cerrados, amenazado por otro herbívoro más grande, de unos doce años, acolitado por cuatro más.

Con una rapidez espectacular, interpuso su arma entre el castaño y el hierro que iba a golpearlo.

—¿Qué demonios…? —murmuró el herbívoro mayor que él, sorprendido por su intervención.

Sintió la mirada del pequeño castaño tras suya, pero lo ignoró completamente.

—¿Qué crees que haces, niño? —cuestionó un herbívoro del grupo—. ¿Jugando al héroe?

—No permitiré que alteréis la paz de Namimori —dijo tranquilamente, importándole poco que su voz aniñada hiciera que su amenaza se volviera menos creíble.

Después de todo, era más de acción que de palabras.

Los chicos rieron, aunque tampoco le afectaba. Sabía que a simple vista podría parecer una desventaja la diferencia numérica, descontando que le superaban en altura, pero eso no se aplicaba en su caso.

Había aprendido a defenderse a las malas, siendo su mismo padre el contrincante a derrotar cuando este estaba ebrio.

Al principio costaba demasiado y había terminado incluso en el hospital con más de una costilla rota, pero el tiempo hizo que pudiera dominar incluso a tres fornidos adultos.

Sonaría algo triste si recordaba que tan sólo tenía siete años, pero era su cruel realidad.

La vida nunca le había sonreído y él, a cambio, no sonreía a la vida.

—Tienes coraje, enano, pero… —se había cansado de la charla, empezaba el ataque. Interrumpiendo al herbívoro que parecía ser el líder de la manada, le golpeó en la cara, mandándole lejos de ahí.

Los otros cuatro fueron relativamente fáciles, y en menos de cinco minutos los tenía a todos cazados.

—Increíble… —al oír la voz del castaño, miró en su dirección.

El niño empezó a temblar de puro miedo cuando empezó a acercarse, y el pequeño de cabello azabache sintió algo parecido a la compasión por él.

Se veía igual a como era él antes de aprender a defenderse, era un pequeño herbívoro asustado por el carnívoro que le podía cazar fácilmente.

—No me hagas daño, por favor… —suplicó, y Kyoya se fijó más en él.

Le conocía, pero solo de vista. Era un pequeño que estudiaba un año menos que él, en su misma escuela.

Era bastante torpe, malo en los deportes y todos se solían meter con él llamándole con un apodo despectivo, el cual no recordaba exactamente en ese momento.

Decidió extender su mano para que viera que no tenía intención de hacerle daño. Después de todo, no era el causante de los disturbios, simplemente era una víctima.

—Gracias… —murmuró con tono sorprendido y aceptó su mano, levantándose.

En cuanto el niño estuvo en pie, se separó de él. No le gustaba el contacto físico.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, algo curioso.

—Me… llamo Sawada Tsunayoshi, pe-pero puedes decirme Tsuna… —respondió, notablemente inquieto. Era verdad, ese pequeño era el famoso "Dame-Tsuna"—. Gracias… por salvarme.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro del castaño, algo que sorprendió al de orbes grises, pero no lo dejó ver.

Nadie le había sonreído nunca, hasta ese momento.

—No te confundas, pequeño herbívoro —aclaró—. No te he salvado, simplemente esos cinco alteraban la paz.

—Igualmente, gracias —la sonrisa del castaño se amplió, ¿podía sonreír así incluso cuando su vida era tan triste?—. ¿Cómo te llamas?

—Hibari Kyoya —respondió con indiferencia, volteando para dejar de mirarle y empezando a caminar.

No quería seguir viendo esa sonrisa tan pura y sincera que tenía a pesar de su cortante comportamiento.

—¿Nos volveremos a ver, Hibari-san? —cuestionó el sonriente castaño, pero él no respondió, dejándole atrás.

Ese pequeño herbívoro tenía la fuerza de voluntad suficiente para convertirse en un carnívoro, y eso lo había notado al verle sonreír pese a todo lo que le sucedía.

Sin embargo, era muy ingenuo. Se veía en su mirada el brillo de inocencia, esa que le haría estancarse en un omnívoro.

Pero eso no era malo del todo, al fin y al cabo, sentía que quería volver a ver aquella sonrisa tan pura una vez más.

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¡Salut! Lo prometido es deuda, y aquí estoy más pronto de lo que me esperaba XD.

Bueno, como dije, sería un punto de vidta de Hibari. Pero no acaba aqui, porque la divina inspiración me ha venido para más.

Esto será un mini-fic de seis capítulos, contando estos dos. Así que, sumando mi fic "Tiempo", tendreis a esta lunática para largo.

¿Merezco un comentario o voto? ¿Un disparo? ¿Una tartita?

¡Au revoir! Nos leeremos pronto~

First MeetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora