Cosas que nunca cambian
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Papeleo, papeleo y más papeleo.
Suspiró por quinta vez consecutiva mientras seguía firmando aquellos odiosos papeles que adoraría hacer desaparecer.
De hecho, lo había intentado varias veces, pero Reborn le conocía demasiado bien. Había hecho que aquellas dichosas hojas fueran resistentes a todo, inclusive al XX-Burner.
—Pero ¿qué demonios estuvieron haciendo esos dos en Australia? —se dijo, leyendo un reporte referente a los múltiples daños en el país, causados por el guardián de la nube y de la niebla.
Lo cierto era que en más de la mitad de aquellos papeles aparecía el nombre de uno de los dos, o de ambos.
—Es la última vez que se me ocurre mandar a esos dos juntos —refunfuñó, firmando el papel.
No era que no confiara en sus guardianes pero ciertamente, eran demasiado destructivos. Sobretodo la nube y la niebla, quienes en sus disputas ya comunes, destruían todo lo que estaba a su paso.
—Si me dejaras eliminar de una vez a la piña hervíbora, no tendrías tanto trabajo —al escuchar la voz de su guardián, despegó su vista del papel miró hacia la puerta.
Lo encontró acercándose con una cantidad bastante considerable de papeles en sus manos, y los depositó al lado de la montaña de hojas que estaban sin firmar en su escritorio.
—Si dejarais de pelearos ni bien os veis, te aseguro que solo tendría cinco hojas —replicó el castaño, suspirando nuevamente al ver el añadido de trabajo.
—La piña es el que provoca, no es mi culpa —dijo Hibari, encogiéndose de hombros, y dándose la vuelta, dispuesto a salir del despacho para dejarle trabajar.
—Quizá debería congelaros juntos, así tal vez os llevéis mejor.
No obtuvo respuesta, y vio como el hombre de cabello azabache salía de la habitación.
El castaño sonrió. Pese al tiempo que pase, Kyoya nunca cambiaría.
En realidad, cuando aceptó finalmente el puesto de Neo Vongola Primo, jamás pensó que su guardián de la nube saldría de Namimori, dado que sabía el cariño que le tenía a la ciudad, sobretodo a su escuela.
Tampoco se lo impuso. Entendía perfectamente que quisiera estar ahí, y no podía obligarle. De hecho, estaba más que alegre por ello, no quería involucrar a sus amigos en el peligroso mundo de la mafia.
Sin embargo, se presentó en el aeropuerto con su habitual rostro inexpresivo y una pequeña maleta negra. Le había sonreído cuando lo vio, y aunque le preguntó sobre sus razones para dejar el país y su ciudad natal, este solo le había respondido con un "no me gusta deber favores".
Esa respuesta solo le dejaba más preguntas. ¿A qué se refería? ¿Qué favor le debía pagar?
No lo sabía, y pese a que le cuestionó sobre ello a la nube, este siempre le evadía de una manera u otra. Por eso, supo que era mejor dejar de insistirle.
Al menos no parecía incómodo. No se hubiera creído que Hibari Kyoya, conocido por su odio a las multitudes, soportara la convivencia con sus revoltosos guardianes si no hubiera sido porque lo veía con sus propios ojos.
Parecía no haber estado equivocado cuando pensó que, en realidad, no era un solitario como aparentaba. Claro que no lo decía, ni mucho menos, pero él le veía más alegre, e incluso le había visto sonreír más veces que cuando estaban en Japón.
—Aunque con Mukuro se lleva demasiado bien —murmuró irónico, leyendo otro reporte de daños por parte de ambos guardianes.
Había desistido de la idea de que esos dos dejaran de pelearse, empezaba a pensar que lo hacían como muestra de su "amistad". Cuando se pasaban, o lo enfadaban lo suficiente, simplemente los congelaba.
Rió al recordar la primera vez que los convirtió en estatuas de hielo. Cuando los descongeló, sólo se miraron con desprecio y se dirigieron a sus habitaciones.
—Deja de reír y haz tu trabajo, Dame-Tsuna —se sobresaltó al escuchar la voz tan conocida del hitman, y miró a su alrededor.
No estaba en la habitación. ¿Cómo...?
—Deja de distraerte —escuchó de nuevo, y observó de reojo como un martillo salía del techo con rapidez, dirigiendose a él.
Se apartó rápidamente, evitando el golpe por poco.
—¡Reborn! ¡Deja de poner trampas en mi despacho! —exclamó al techo, sabiendo que era escuchado y seguramente observado por el ex-arcobaleno.
—Has mejorado, veo que mis entrenamientos no han sido en vano —dijo el hitman, ignorándole—. Ahora empieza a firmar papeles si no quieres que vaya allí y te obligue personalmente.
—Serás... —refunfuñó, obedeciéndole a regañadientes. Sin embargo, una sonrisa surcó su rostro.
Había cosas que nunca cambiarían, tales como la personalidad de Reborn y la de Kyoya, pero él se alegraba de que fuera así.
Después de todo, así era su familia.
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¡Salut! ¿Como estamos?
700 views y 120 votos! ¡Muchisimas gracias!
Respondiendo a vuestros siempre hermosos comentarios~
Vi-chan, jajajajaja, Hibari es asi XD. Me encanta su actitud de "no me importa nah" please. Y Tsuna tendria que tener la paciencia infinitisima para soportarlo tooodo XD.
Ma-chan, si, yo tambien lo pienso. Pero Natsu es una cosita demasiado achuchable please. Quiero un peluche suyoooo.
Rin-chan, gracias por el comentario, voto, tartitaaaaa. Y si, estaba rica ^^.
A Wa-chan ya le respondí, pero gracias por la tartitaa
Ama-chan, de vainilla me gustan pero adoro las de chocolate *-*. Mas quisiera tener al lado una para escribir XD. Y no creo que me tardo tanto jeje.
¡Muchas gracias a todas!
Y bien, ¿merezco un comentario/voto? ¿Disparo? ¿Tartita choco buena?
¡Au revoir! Nos leeremos pronto~
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First Meet
FanfictionTsunayoshi y Kyoya se conocieron de pequeños, un primer encuentro algo extraño que recordarán al paso de los años. Pese al tiempo transcurrido, ambos tenían una certeza. Se alegraban de haberse conocido. [La maravillosa portada es hecha por @Roci...