Tomo I - episodio I-IV

53 7 2
                                    


El Uchiha se mostraba impasible mientras tocaba las teclas con los ojos cerrados, tal como la primera vez que lo vi interpretar. Las sensaciones se apoderaron de mí, nuevamente, llenándome de dicha, de un amor efímero a causa de la canción, podía sentir con el tacto la pasión que el moreno le ponía a cada tema que tocaba. Misma pasión que se reflejaba en la canción. Mis vellos nuevamente se sensibilizaron, mientras que mi piel se encontraba, de nuevo, en un estado de excitación. Yo, de por sí, era propenso a tener orgasmos de piel, u orgasmos musicales, que eran, sencillamente, disfrutar tanto de una canción que te recorrían escalofríos de la cabeza a los pies, los vellos se erizaban, la piel se enchinaba, podías estallar en llanto mientras te recorría un cosquilleo por todo el cuerpo; pero con el Uchiha tocando me sucedía con cada canción que le había escuchado hasta ahora. Era, sencillamente, magnífico.

Nuevamente terminó la melodía para comenzar otra diferente, otra que también conocía de memoria, Für Elise de Ludwig van Beethoven. Aquella canción era el principal motivo por el que disfrutaba tanto de la música clásica, y, particularmente, del piano. Sólo había conocido a una persona a lo largo de mi vida que era capaz de interpretarla y robarme un par de lágrimas, mi primo Deidara Namikaze, él no había estudiado piano como carrera; pero sí por entretención, y era impresionantemente bueno.

Escuché con atención al Uchiha tocar dicho tema, no podía comparar a Sasuke con mi primo, había un agujero abismal de diferencia entre uno y otro. El moreno no iba, siquiera, en el primer minuto aún, y ya había causado estragos en mi serenidad. Los ojos comenzaban a cristalizarse, impidiéndome ver correctamente, no tenía idea de cómo lograría dibujar al azabache en dichas condiciones, ya que, estaba seguro, serían efectos que me durarían.

Dejé el lápiz en mi regazo, sintiendo mis manos temblar de la emoción que su interpretación evocaba en mi interior, me sentía, nuevamente, un pequeño de escasos cuatro años, como cuando escuché, por vez primera, a mi primo tocar la misma melodía.

Casi no me di cuenta de cuándo terminó de tocar, apenas me percaté gracias a que Kakashi le permitió un descanso, por mi presencia, y se acercó a mí a paso firme.

- ¿Quién diría que te iría a encontrar aquí, Naru? – habló el de cabellos plateados, invitándome a ponerme de pie para regalarle un abrazo.

- Kakashi, jamás me dijiste a qué te dedicabas. – respondí sonriéndole con honestidad. – Me da gusto verte. – añadí en pleno abrazo.

- Tengo que contarle esto a Iruka, seguro se pondrá contento. – avisó antes de abandonar el lugar.

Estaba totalmente dispuesto a sentarme de nuevo, a permitirme garabatear sobre las hojas, intentando dar con la mejor pose, porque sí, el dibujo, definitivamente sería con la segunda canción.

- Así que tú eres el famoso Naruto Uzumaki, eh. – declaró la voz masculina, sensual y endemoniadamente atrayente del moreno que me miraba expectante, casi atónito.

- Así es, debo agradecerte por dejarme utilizarte de modelo. – respondí mientras me sentaba nuevamente en mi sitio sobre el suelo.

- Sí, eso no lo he entendido bien, ¿por qué quieres dibujarme? – preguntó curioso mientras se estiraba un poco, relajando su cuerpo de tan pesada posición.

- Es un trabajo de la materia de técnicas de iluminación, será todo un reto en un recinto con luces tan tenues; pero podré con ello. – respondí sin meditar realmente la pregunta.

- No, me refería, ¿por qué a mí? – cuestionó mirándome directamente a los ojos.

- Porque no tenía idea de tu existencia hasta hace casi dos semanas, y, si te soy honesto, te escuché por equivocación. Planeaba irme cuando comenzaste a tocar y quedé fascinado. Tengo que reconocer que Nuvole bianche siempre ha sido mi favorita, y que, además, conseguiste darme una sensación de embriaguez. La manera en la que tocas ha provocado en mí mil emociones diferentes con cada tema, por eso lo decidí. – confesé sin reparar en ello, claro, no diría que, además de todo, me apetecía hermoso como modelo.

Shiroi kumoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora