CAPITULO 2- ACLARACIONES

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Sabía que lo atraparían, le molestó, pero lo que más le incomodó es que lo tuvieran allí, sentado, esposado, y vigilado por un guardia como si fuera un vil criminal.

Arieck Johnson nunca se metía en problemas, pero sí los buscaba, el hecho de que se librara de ellos o nunca llegaran a atraparle es otra cosa, siempre trataba de que si hacia cosas malas las tenía que hacer bien hechas o no valía la pena hacerlas, pero tranquilos, él nunca haría nada que lo perjudicara tanto, sólo pequeñeces de joven. Y allí se encontraba él, esperando con desespero por alguien que le dijera que ya puede irse.

_ Smooth, puede retirarse. –y por fin apareció alguien, el guardia sólo asintió, como hacia cada vez que Arieck intentaba preguntarle algo, y salió sin decir nada. El hombre que se quedó en la habitación con el chico,se dirigió hacia él, lo rodeó un par de veces, como estudiándolo, y Arieck sólo mantenía sus ojos en la persona, hasta que se cansó.

_ Johnson ¿No? -lo miró- ¿Arieck Johnson?. -asintió- Veamos tu historial hijo.

Después de una revisión de papeles el hombre de unos cuarenta y tantos años por fin se paró, se detuvo en el marco de la puerta y dirigió su mirada hacia Arieck.

_ ¿Corrías? -el joven asintió- Muy bien.

El oficial salió y Arieck formuló una sonrisa victoriosa, sabía que ya estaba libre, su historial estaba más limpio que una bandera blanca, pero le pareció raro que no lo sometieran a una serie de preguntas como en las películas que a diario veía con su padre cuando estaba más pequeño. Luego de unos cuantos minutos apareció el hombre de nuevo, lo desposó y Arieck salió del lugar tranquilo hasta que recordó a su bebé.

_ ¿Y mi moto? –le preguntó al hombre que se encontraba sentado frente a él, pues luego de que salió de la "celda" tuvo que dirigirse a una oficina a firmar unos papeles para añadirlo a su historial, el cual ya no estaría tan limpio.

_ Está afuera. –Arieck asintió y salió del lugar.

Se dirigía a la salida pero se topó con una mujer de unos treinta años, pensó él, si ella iba hacia la izquierda, Arieck también lo hacía, él hacia la derecha, ella iba hacia la derecha, se confundían tratando de darle paso al otro, Arieck le dio una grata sonrisa que pensó que la bella fémina le devolvería pero para su sorpresa la mujer lo miró con una cara desagradable, fulminándolo con esos ojos que a Arieck le fascinaron al instante que conectó con ellos; estaba cansada de aquello y le quiso decir a él con su mirada que para ella eso no era un juego y que tenía trabajo que hacer. El joven dejó pasar a la chica, observaba su esbelta figura al paso en que iba yendo por los pasillos con una pila de papeles. Otra vez rió por lo bajo mientras sacudía su cabeza, salió del gran edificio y se dirigió a su casa, pensando en aquella mujer que dedujo y tenía un carácter fuerte, pero él era Arieck Johnson y no se permitía que ninguna no cayera lo que lo dejó con ciertas dudas, ¿Por qué no me devolvió la sonrisa? Chicas pagarían por ver esa sonrisa que a pocos les brindaba, así que ¿Por qué ella no cayó? Se limitó a dejar sus estúpidos pensamientos de lado, porque llegó a la conclusión de que jamás volvería a ver a esa mujer, o al menos eso era lo que él creía, así que optó por concentrarse en el camino.

_ ¿Cómo estás? –preguntó su madre una vez lo vio entrar a la casa.

_ Me detuvieron desde las diez de la noche, estuve sentado y esposado hasta las seis de la mañana, ¿Cómo crees que estoy Meredith? –preguntó con una falsa sonrisa mientras subía hacia su habitación.

La mujer sólo se quedó en el living mirando su programa de televisión, mientras él subía a su recamara.

_ ¡Gracias por pagar lo de la moto! –gritó desde su habitación cuando recordó que la mujer que lo había traído al mundo fue quien pagó para que su bebé no se quedara unas buenas vacaciones en la comisaria, pues aunque la motocicleta estuviera limpia y todos los papeles en orden, debería de quedarse hasta que alguien fuera y pagara un buen monto por ella ya que se encontraba en área prohibida al igual que todos los jóvenes que se encontraban allí esa noche. _ ¡Y por mi también!

ARIECK. PAUSADA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora