El Reloj de Los Hermanos

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El invierno había llegado a la ciudad de Múnich, el cielo tenía un tono gris al igual que las nubes que estaban cargadas de nieve y un viento gélido soplaba golpeando las calles empedradas de la ciudad.

− ¡Achú! - estornudó un chico de cabellos dorados.

− ¡Hermano! Debiste haber traído una bufanda como te dije - le replicó preocupado el hermano menor.

− Pero si no nos vamos a demorar, solo hay que dejar este encargo aquí cerca (un ramo de flores de la señorita Gracia), además, pude venir yo sólo...

− Hermano, sabes que me aburro estando yo solo en el departamento.

− Pero... ¿Terminaste el libro del viejo Einstein?

− Sí, anoche lo terminé.

− Bien, te pasaré otro.

Los hermanos Elric habían regresado a Múnich después de seguir una investigación, el piso de Heiderich había sido pagado algunos meses adelantado, pero Ed sabía que pronto tendría que dejar ese lugar, aunque los hermanos querían seguir en contacto con el señor Hughes y la señorita Gracia, y a la vez a Edward le costaba trabajo dejar el departamento donde vivió con su amigo que ya no está en este mundo.

Los chicos siguieron caminando por las frías calles hasta llegar a su destino, Edward entregó el ramo de flores a una anciana que le atendió la puerta, esta le hizo una broma acerca de si él se lo regalaba a ella y ambos hermanos rieron dulcemente.

− Bien, vamos... Ah ¡cierto! - recordó Ed- escuché que se abrió una tienda de antigüedades por aquí cerca, vamos a ver.

− Bien, pero hermano ¿No tienes frío?

− ¡Al! estoy bien, - le reclamó - tengo estos guantes ¿ves?, ¡vamos!

Mientras los chicos se dirigían en dirección a la tienda un copo de nieve cayó de pronto y ambos miraron hacia arriba para contemplar la nevada que había iniciado. Después de un momento el mayor sin darse cuenta se quitó el guante de su mano derecha y estiró su brazo para atrapar un copo de nieve, entonces un copo cayó en la palma de su mano pero Ed no dijo ningún comentario, solo se quedó mirando su automail con una expresión pensativa, por un momento esto le pareció extraño a Al pero enseguida se le vino a la mente el hecho de que con el automail su hermano no podía sentir nada, ni siquiera un copo de nieve, esto hizo que su expresión cambiara.

− Oye Al - Ed notó la expresión de tristeza del menor - ¿qué pasa? - preguntó preocupado

Alphonse guardó silencio por un momento volviendo a bajar la mirada.

− ¡Achú! - estornudó Ed otra vez - Ahh parece que me voy a resfriar - comentó mientras se ponía el guante.

− Hermano, mejor regresemos al departamento.

− Pero la tienda está a la vuelta de la esquina, vamos a ver - y continuó caminando.

− ¡Hermano espera! - dijo Al mientras se sacaba su propia bufanda y la enrollaba en el cuello del mayor.

− ¡Oye pero qué...! - exclamó sorprendido.

− Hermano yo no estoy resfriado, úsalo tú.

- Pero...

− Ya ¡Vamos! - está vez fue Alphonse quien se adelantó a la tienda.

Edward se quedó parado viéndolo, se sentía un poco culpable de tener la bufanda porque por lo mismo no quería que su hermano menor se resfriara. Con una mano cubrió su boca con la bufanda exhalando su aliento que por frio se podía ver, y entonces comenzó a caminar para estar junto al menor y entrar a la tienda.

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