La oscuridad lo envolvía todo. No había ni un rayo de luz que penetrara en la espesa niebla que la rodeaba. Liv caminaba sin rumbo fijo, tropezando con las raíces de los árboles y las piedras del camino. El frío calaba hasta sus huesos y el miedo le apretaba el pecho como un torno.
De pronto, escuchó un crujido detrás de ella. Se giró bruscamente, pero no vio nada. El silencio era ensordecedor. Un escalofrío le recorrió la espalda. Sintió como si algo la observara desde las sombras.
Empezó a correr, sin saber hacia dónde. Sus pies la traicionaban, hundiéndose en la tierra húmeda. Las ramas de los árboles la arañaban la cara y la ropa. El miedo se apoderaba de ella cada vez más.
De repente, vio una luz a lo lejos. Una luz tenue y parpadeante que parecía provenir de una cabaña abandonada. Con las últimas fuerzas que le quedaban, corrió hacia la luz.
Al llegar a la cabaña, golpeó la puerta con desesperación. Nadie respondió. Empujó la puerta con todas sus fuerzas y se abrió con un chirrido espeluznante.
Entró en la cabaña y la luz de la luna que entraba por las ventanas rotas iluminó la estancia. El lugar estaba lleno de polvo y telarañas. En un rincón, vio una figura sentada en una silla.
La figura se giró lentamente y Liv vio su rostro. Era una mujer pálida y demacrada, con ojos vacíos y una sonrisa siniestra. Liv gritó de terror y despertó de golpe.
Se encontraba en su cama, sudando y con el corazón palpitando con fuerza. Se levantó y se acercó a la ventana. La luz del sol entraba a raudales y el canto de los pájaros llenaba el aire.
En la cocina, su padre la esperaba con una sonrisa cálida. Le deseó un feliz cumpleaños y le entregó un pequeño paquete envuelto en papel de regalo. Liv lo abrió con entusiasmo y descubrió una delicada pulsera de plata con un dije en forma de corazón.
"Es hermosa, papá. Muchas gracias", dijo Liv, abrazando a su padre.
Se sentaron a desayunar y hablaron sobre sus planes para el día. Liv se sentía emocionada. Era un nuevo año de vida y estaba llena de esperanza.
Desayunaron juntos, conversando animadamente y compartiendo recuerdos. El ambiente era cálido y acogedor, y poco a poco, la pesadilla de Liv fue quedando relegada a un segundo plano.
Sin embargo, en el fondo de su mente, no podía evitar pensar en el sueño y en el fondo de su mente, la imagen de la mujer de la pesadilla seguía rondando. ¿Qué significaba? ¿Era una advertencia? ¿O solo era producto de su imaginación?
No podía evitar sentirse observada, como si una sombra la acechara en cada rincón.
Liv decidió no darle más importancia al asunto. Por ahora, solo quería disfrutar de su cumpleaños y pasar tiempo con sus seres queridos.
La mañana transcurrió lentamente, entre libros, películas y juegos de mesa. La nieve caía sin cesar, creando un ambiente acogedor .
Cerca del mediodía, Becca llegó, irrumpiendo en la tranquilidad del hogar con su habitual energía y entusiasmo.
— ¡Feliz cumpleaños, Liv! —exclamó, abrazándola con fuerza—. ¡Llegó la hora de celebrar!
Becca y Liv eran inseparables desde hacía cinco años, cuando Becca llegó al pueblo. Desde el primer momento, sintieron una conexión especial que las convirtió en mejores amigas. Su amistad era más que simple compañía. Se apoyaban mutuamente en los momentos difíciles, compartían sus sueños y aspiraciones, y se reían juntas hasta las lágrimas. Eran como hermanas, unidas por un lazo invisible que las hacía sentir seguras e incondicionales.
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Sueños violentos. (Violent dreams)
RomanceLas líneas entre la realidad y la fantasía se difuminan mientras Liv lucha por distinguir lo real de lo imaginario. Las pesadillas se intensifican, invadiendo su vida diaria y robándole el sueño.