Prólogo

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Lunes, 05:54

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Lunes, 05:54

- ¡Fuera de mi casa! - Gritó mientras empujaba el pequeño cuerpo de su hija hacia la puerta.

La adolescente opuso resistencia al ver como la puerta se acercaba cada vez más a ella.

- Mamá, por favor. - Suplicó la chica, con lágrimas en sus ojos, una vez estuvo en el rellano. - ¡Te juro que yo no hice nada, fue él, mamá!

La mujer, con rulos en sus cabellos y una bata rosa corta que apenas le tapaba el trasero, la fulminó con la mirada.

- No mientas, perra. - Gruñó. La chica dejó que las lágrimas corrieran libremente por su pálido rostro. - Me odias tanto que no puedes soportar que sea feliz y por eso intentaste robarme a mi hombre.

- Eso no es verdad, mamá. - Lloró la chica, al ver como el nuevo novio de su madre le tiraba su mochila escolar a los pies. - Fue él quien intentó tocarme, mamá.

El hombre con pelo blanco y una barriga cervecera le susurró al oído a su pareja alguna mentira más, que le costaría caro a la chica.

- No me llames mamá, tu no eres más mi hija. - Declaró la mujer, abrazando a su hombre. - No vuelvas más por aquí a robarme a mi hombre, puta.

- Pero mamá, él se está aprovechando de ti y... - La adolescente pasó su mano temblorosa sobre su mejilla, donde recien había estado la de su madre.

- Como vuelvas haré de tu vida una mierda, zorra. - Gruñó la mujer, para justo después, cerrarle la puerta en las narices a su hija.

La joven lloró desconsolada frente a la que solía ser la puerta de su casa.

Después de varios minutos de escuchar gritos y gemidos tras la puerta, colgó la mochila, que aún permanecía en sus pies, sobre su hombro derecho y se dirigió al único lugar donde sabía que sería bien recivida.

06:38

Pulsó el timbre suavemente, y a los segundos le abrieron la puerta. Subió lentamente las escaleras, observando sus zapatillas desgastadas que utilizaba para estar por casa.

Una vez estuvo en el rellano del segundo piso, abrió la puerta A, a su izquierda, que se encontraba entornada para que pudiera acceder sin problemas.

Descolgó la mochila de su hombro, posándola en el suelo debajo del perchero principal.

Era una pequeña habitación cuadrada, haciendo la función de recibidor. Se observó en el espejo que había.

Químicamente PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora