Uno.

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Me sentía asfixiada, como en cuatro paredes. Mi ritmo cardíaco se aceleraba por el temor que todo mi cuerpo y mi ser experimentaban.

Aquí estaba, sola en una ciudad ajena a mí y, sin embargo, prefería resguardarme en el departamento.

Por fuera se escuchaban toda clase de sonidos: gente hablando y gritando, otros cantaban a todo pulmón (producto del alcohol); coches pasaban, uno tras otro...

Desperté como a eso de las dos de la mañana. Me había quedado dormida. En mi celular tenía un mensaje sin leer: "Voy a estar en Antik, ¡te espero!". No lo dudé, me levanté de la cama, tomé mis botas cafés y gastadas, me dirigí a la puerta, no sin antes salir con una chamarra, por eso del frío.

Caminé de madrugada por las calles de aquella ciudad; iba a paso rápido porque recordé las palabras de mis padres cuando decían que no anduviera sola tan noche. Apresuré el paso y llegué a la plaza de la fuente.

"No podemos vivir de sueños".

Creí que no vendría por mi, hasta que alcancé a oír mi nombre a lo lejos.

Laura iba a acompañada de un amigo suyo, Alan creo que se llamaba, no lo recuerdo la verdad. Los dos ya andaban tomados, él más que ella. Nos abrazamos fuerte, tenía mucho tiempo sin verla.

Esa noche procedimos a platicar y a beber; sólo recuerdo que hablé en inglés, vomité en el baño, y en cuanto me sentí mejor pagué mi cuenta y me fui de ahí.

De regreso al departamento escuché un ruido, una canción sonaba, entre el mareo de la borrachera y mi pérdida parcial de mis sentidos, por un momento creí que era mi celular el que sonaba. Acerqué mi bolsa hacia mi oído, pero no era mi teléfono. Las calles estaban desiertas; por un momento creí que estaba loca. Detrás de mi apareció un chavo, no recuerdo su aspecto, sólo recuerdo que dijo "Estás bien guapa" -yo seguí caminando-, y segundos después dijo "Vamos a coger". Sólo respondí "No, gracias", en un intento por evadir cualquier agresión de su parte, y seguí mi camino. Él ya iba pasos delante de mi, sólo volteaba de reojo, sin decir nada más.

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