Recibí un mensaje de mamá diciendo que había dejado comida en el microondas, ya que no iban a venir hasta tarde. Me tumbé en el sofá e hice un par de llamadas; primero a los abuelos, para preguntarles como estaban y después a Lillian y Ace, mis dos mejores amigos. Calenté la comida y me senté en la mesa de la cocina. Mientras engullía el delicioso pollo con almendras, pensaba en Oliver. Quería conocer más de él, saber por qué me había besado horas antes.
Cuando terminé de comer, metí el plato y los cubiertos en el lavavajillas, y subí a mi cuarto a darme una ducha. Cinco minutos más tarde, me enfundaba en unos pantalones negros con aberturas en ambas rodillas, seguidamente me puse una camiseta gris y volví al baño. Sequé ligeramente mi pelo con la toalla e intenté peinarlo hacia un lado. Lavé mis dientes y bajé al salón. Era ahora o nunca cuando debía ir a casa de Oliver a que me diese una explicación. Me acerqué a la entrada de la casa. Esta era de un tono grisáceo con grandes ventanales, las tejas tenían un color negro que me recordaba al carbón. El pasillo de piedra que conducía a la puerta principal de tono rojizo, estaba adornado a ambos lados con arbustos y rosales. Lentamente, fui avanzando por el pasillo hasta llegar a la puerta, la cual se abrió de golpe, haciendo que me mordiese la lengua del susto.
Una chica de pelo negro con miles de pecas en la cara me miraba sonriente.
-Tu debes de ser Michael, ¿cierto? Soy Alice, la hermanastra de Oliver.- extendió la mano.-Encantada.
Le estreché la mano y me quedé en mi lugar, incómodo por la situación.
-Si buscas a Oliver, está en la segunda planta, tercera puerta a la izquierda.- me sonrió arrugando la nariz y se fue.
Agradecí que no me hubiese hecho hablar, ya que si no, hubiese vomitado de los nervios. Me adentré en la casa y aluciné con lo luminosa y espaciosa que era. Los mayoría de muebles en la sala de estar eran de color blanco como la nieve, aunque varios eran grises que combinaban a la perfección con el exterior de la casa. Recorrí con cuidado la planta de abajo, hasta dar con unas enormes escaleras blancas adornadas con barandillas doradas. A continuación las subí y seguí las instrucciones de Alice. Me paré frente a una puerta blanca que tenía el nombre de Oliver tallado y toqué varias veces con los nudillos. Esperé unos segundos que se me hicieron eternos hasta que el chico pelirrojo que anteriormente me había besado decidió abrir la puerta rápidamente volviendo a sobresaltarme. Frunció el ceño y sonrió con arrogancia.
-¿Puedo ayudarte en algo?- me imitó.
Puse los ojos en blancos, y le miré desafiante. Este chico realmente me sacaba de quicio. Se apartó hacia un lado, invitándome a entrar.
-¿Por qué viniste a mi casa e hiciste eso?- pregunté con la cabeza gacha.
Se encogió de hombros y respondió: -Desde que llegaste no he podido quitarte la vista de encima, espero que no te haya molestado.
Estaba molesto y confuso, e incluso sorprendido. Se relamió los labios lentamente mientras me miraba de arriba a abajo. Realmente me sentía intimidado cuando tenía puesta su mirada en mi, aunque de alguna manera, me gustaba y me hacía sentir especial.
-¿Te apetece salir por ahí a tomar algo?- preguntó mientras se acercaba a una cómoda blanca como las perlas.
Ésto hizo que apreciara cómo era la habitación de Oliver: las paredes estaban pintadas con una pintura color verde, parecida al helado de menta con chocolate; había otra puerta blanca que supuse que podría ser el baño; también tenía un escritorio de madera de abedul con marcos de fotos y varios libros y libretas. Era un dormitorio acogedor.
Volví a centrar mi mirada en Oliver, quien cogió una cartera de la cómoda. Hizo un movimiento con la cabeza indicando que le siguiera y así hice. Salimos de la casa y comenzamos a caminar en silencio. Sinceramente, no tenía ni idea de a dónde íbamos. Llegamos hasta una cafetería pequeña, en la que toda la decoración era de madera oscura. Nos sentamos cerca de un ventanal, que, fácilmente, podría ocupar una pared entera. Al instante, una camarera rubia de pelo rizado y ojos color miel, nos atendió con una gran sonrisa. Cuando volvimos a quedarnos solos, el silencio reinó por segunda vez. Oliver carraspeó ligeramente y dijo:
-¿Cómo es que has decidido mudarte a Idaho?
-Pues...- respondí.

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i'm gay.
RomanceLo más probable es que cambie la portada, si alguien sabe hacerlas, por favor se ponga en contacto conmigo. NOTA: Si eres homófobo, abandona la historia. Gracias.