21- Inhumana

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Tenía un color crema en el océano de sus ojos,

una constelación de pecas que el Sol le regaló al declarar su amor,

su piel blanquecina siempre me recordó a un café espumoso,

y memoricé las historias de morbo y rubor,

por las incontables veces que salieron de sus labios carnosos.



Era una diosa griega,

de las que siempre reniegan

y terminan contigo al terminar la semana.

La renombré diosa romana,

cuando comenzó a ser más inhumana,

menos cercana,

y me abandonó entre ruinas.


No conocí mayor miseria que perderla a ella,

añoraba su mala gana,

su valentía y la libertad que transmitía,

sus besos con rebeldía,

y odié la manera en la que salió por la puerta de emergencia,

de puntillas y con sutileza.


Desconozco si todo se produjo por causalidad o casualidad,

o por la fatalidad,

pero observo como se aglomeran más las piedras y no cabe más aire,

me percibo inmersa en un foro romano destruido en el que tus numerosas despedidas calaron tanto,

que desde aquí ya no soy capaz de apreciar

su océano crema,

esa constelación solar,

la espuma en su bigote sabor café,

ni esos labios que tantas veces fueron norte.


Ahora, sólo veo fango.

De ti, de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora