De ti, de mí

3. Llueve y no llevo paraguas

Calles solitarias en pleno mes de enero, el transcurso de la caída de las gotas tan repetitivo como el paso de los días desde hace meses.

No quiero que te mojes, así que coge paraguas y quizá, entre el silencio de las calles te vuelva a ver. Aunque sabes con certeza, que prefiero verte volver. Verte volver con ese paso tranquilo y esa sonrisa picarona que invita a todo menos a frenar, invita a descarrilar por la avenida de tus labios para que me vengas a salvar.

Llueve y hace frío, y quizá entres a una cafetería a tomarte un café, y entre sorbo y sorbo te acuerdes del calor inconfesable que yo te regalaba cuando me preferías a mi antes que a las mantas. Cuando me repetías sucesivamente "te voy a arreglar la vida" y yo solo pensaba en destrozarmela para que te quedases un día más. Porque en pleno invierno, eras primavera y cómo me gustaba...

Desencajada me encuentro al ver que tardas, y es que te proclamé mi primera maravilla a pesar de la envidia que te tenían las otras siete y ahora me falta mi favorita. Espeluznante la sensación de recordar el número de besos con el que recorrías mi espalda y como te los sabías de memoria.

Hoy es una de esas noches en las que las melodías del caos de mi cabeza se repiten sin intención de parar y me encuentro en esta utopía oscura. Hoy es una de esas noches en las que creo que suena el timbre y solo suena silencio. Noches en las que creo escuchar tus pasos y solo chirrían los pilares de mi vida, mis huesos solos, mis miradas buscándote en cada rincón que invento, por si apareces. Hoy es una de esas noches en las que te esperaría un poco más.

Y es que nos enamoramos en verano de una manera irrevocable y te marchaste en pleno invierno. ¡Menuda tormenta cayó ese día, eh!

Desde entonces, aquí siempre llueve.