Capítulo 2

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Estoy segura que mi tórax no va a soportar un golpe más de mi corazón. Otro golpe igual de fuerte y voy al hospital por fractura de tórax. Creo que estoy en shock, nunca he estado en shock pero si alguna vez lo hubiera estado, estoy segura que me habría sentido igual que ahora. Quiero decirle a mi cerebro que le diga a mi boca que se cierre. Sé que la tengo abierta porque me duele la mandíbula, pero mi cerebro ni siquiera es capaz de dar una orden tan nimia en este momento.

El hombre del chaleco naranja jódeme la vista está frente a mí pero sin chaleco. Siento que un escalofrío me recorre todo el cuerpo porque ¡ni siquiera trae camisa!. Únicamente unos tirantes se enganchan en sus hombros ¡y que hombros! ¡Santo cielo! Nunca había visto un six pack tan de cerca (Los de cerveza no cuentan). ¿Un six pack como éste? ¡Nunca! ¡Y además habla! ¡Su voz! Es tan grave y profunda.

¡Ay dios! ¡Ay dios! Estoy haciendo el ridículo. ¿Qué fue lo que dijo de mi teléfono?

Parece que me hubiera leído el pensamiento porque repitió la pregunta. Será mejor que diga algo, lo que sea.

—¿Disculpa? —¡bellísimo! Miles de palabras para escoger y salgo con esa y de pilón sonó como si me hubiera comido a barney. ¡Maravilloso!.

—Quiero llamar a mi madre para decirle que he conocido a la chica de mis sueños.

¿Qué? Necesito lavarme bien los oídos, últimamente no oigo muy bien. Hoy apenas llegue, voy a buscar el bote de cotonetes, estoy segura que debe estar en algún lugar entre las toallas sanitarias y mi crema de noche. Creo que están junto a la seda para... todo pensamiento se fue de mi mente en cuanto despegué la mirada del apetecible six pack.

¡Madre de mi vida! ¡Qué hombre tan más hermoso! ¡Si hasta parece actor! Con esa mandíbula y esos ojos penetrantes tiene una larga carrera como galán de cine. ¡Ay dios! empieza a dolerme el pecho creo que no me di cuenta que había dejado respirar. Inhalo lentamente y quiero frotarme los ojos, quizá tengo legañas que no me dejan ver bien. O a lo mejor es el sol que se está ocultando a mi espalda aunque si se está ocultando a mi espalda no puede ser el sol. Eso solo me deja como opción las legañas. Estoy a punto de levantar la mano para limpiarmelas cuando el hombre del chaleco naranja, que hoy no trae chaleco, vuelve a hablar.

—Son los ojos más verdes que he visto nunca —el movimiento de su boca me volvió a hipnotizar. Me sentía igual que Mowgli cuando Kaa le susurraba "confía en mí, confía en mí".

Como pude logre decir gracias. Mi ardilla pedaleaba frenéticamente en mi cabeza pero ni así fui capaz de decir otra cosa.

—Son preciosos —murmuró viendo fijamente mis ojos.

Iba a decir gracias otra vez cuando una voz gritó desde dentro de la construcción.

—¡Consigue su número chico!

— ¡No la dejes ir hasta que lo tengas! —gritó alguien más.

Agité la cabeza y volví en mí. Incliné la cabeza a modo de despedida y me di la vuelta. No es posible que me haya quedado hablando con un desconocido sin camisa. Aunque la objeción no es por la camisa, más bien la falta de ella, sino porque nunca jamás había hecho algo como eso. Y menos quedarme como idiota viendo un torso, un magnífico torso debo agregar. Pero el punto es que no debí detenerme a hablar con él. Si mi suposición es correcta fue el quien ha estado enviando los arreglos florales con piropos a la oficina, puede ser un acosador.

—Mi nombre es Ashton —dijo detrás de mí. No me había dado cuenta que no había dado un paso desde, ve tú a saber cuánto tiempo, que me había girado.

Sin volverme le dije mi nombre y obligué a mis piernas a caminar. Cuando estaba a punto de doblar en la esquina miré hacia la construcción, estaba levantando un tanque pero seguía mirándome y al notar que había volteado se quedó estático con el tanque en brazos.

¿Cómo será tocar esos bíceps? Agité la cabeza y finalmente doblé en la esquina.

Para cuando llegué a mi casa el corazón me latía tan fuerte que pensé hacer una cita con un cardiólogo. Si sigo así voy a necesitar un marcapasos.

—Ashton –paladee cada sílaba de su nombre.

Mientras me cambiaba de ropa sólo podía pensar en Ashton, sin camisa, mirándome con el tanque en brazos.

Entre Flores y PiroposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora