¡Se está yendo idiota! ¡Di algo que se va!
—Mi nombre es Ashton — ¡magnífico! Resoplé en mi interior. Por lo menos ahora tendrá un nombre que dar a la policía cuando haga mi identikit de acosador.
Iba a preguntarle el suyo cuando con un suave murmullo la escuché decirlo. Sonreí de oreja a oreja, como un imbécil enamorado, hasta que Ronald llegó y me dio una palmada en la espalda que por poco me hace escupir los pulmones. Puse en el suelo un tanque que ni recuerdo haber levantado.
—¿Tienes su número? —preguntó burlón.
—No —contesté secamente, comenzó a reírse a carcajadas —, pero me dijo su nombre –mi sonrisa se hizo tan grande que no me cabía en el rostro.
Una semana ha pasado desde ese día en que le dije quién era. No en todo el sentido de la palabra pero ya tenía un nombre para cuando pensara en mí. Todos estos días he salido a su encuentro y esos escasos minutos son los más importantes de mi día.
El día siguiente al que hablamos le dije que tenía 28 años y a su vez respondió que tenía 24. Por la tarde le dije que era Arquitecto y cuando contestó que era meeting planner, supe que ese era el camino para conocerla.
El tercer día le dije que era inglés y ella solo dijo "Chicago". En la tarde le dije que me gusta el rock, quise decirle que también me gustaba ella pero entonces sonrió dijo Rammstein y yo me olvidé.
El cuarto día le conté que era el responsable de la obra pero no le dije por qué. Se encogió de hombros y no respondió. Cuando regresaba del trabajo le pregunté qué hacía un meeting planner a lo que contestó con un simple "organiza eventos, congresos, ese tipo de cosas". Era la frase más larga que le había sacado y estaba feliz.
El quinto día averigüé lo que quise saber desde que la vi caminar frente a la construcción hace un mes.
—Si Colón te viera diría: ¡Santa María que preciosa pinta tiene esa niña! –gritó uno de los obreros.
En ese momento salí de mi lugar y me lancé.
—Hola otra vez —la saludé con mi mejor sonrisa. Hoy no me había cambiado al llegar a la obra.
—Hola —me miró al responder. Vi su mirada sorprendida al verme en mi traje azul marino, sin corbata.
— ¿Hoy si parezco el arquitecto responsable de la obra? —le guiñé el ojo izquierdo y un hermoso rubor apareció en sus mejillas.
—Te ves diferente —contestó apenada.
—¿Diferente mejor o diferente mal? —ladee la cabeza para observarla mejor. El rubor se extendió por toda su cara.
Seguí su mirada a sus manos, vi que las tenía empuñadas en el paraguas y me patee mentalmente el trasero por avergonzarla. Carraspee un poco e hice la pregunta antes de perder el valor.
—Soltero ¿y tú?
El corazón latía desaforado en mis oídos, por un momento pensé que se había mudado de mi pecho. La miré fijamente, esperando, deseando una respuesta positiva.
—Sí —tuve inclinarme hacia ella para captar la apenas audible respuesta —. Soltera —dijo esta vez un poco más fuerte.
—Si yo fuera tu novio, me volvería ateo, porque ya no tendría nada más que pedirle a Dios –había pensado en voz alta, por un momento entré en pánico y me preparé para recibir el mortal paraguazo; pero su risa limpia y hermosa calmó mi nerviosismo e hizo renacer mi esperanza.
—Hasta mañana —, y fueron estas palabras las que la hicieron enraizar porque ella esperaba nuestros encuentros tanto como yo.
—Hasta mañana —amor mío. Suspiré viéndola partir. Pronto tendré más que estos breves encuentros. Pronto estaré recogiéndola en su trabajo para llevarla a casa. Cuando dobló en la esquina volví a la guarida donde me esperaban mil consejos llenos de piropos para enamorar a mi dama.
Y hoy, hoy termina otra semana. En estos días seguimos conociéndonos. Hasta ahora sé que tiene 24 años, es meeting planner, viene de Chicago y le gusta Rammstein. Tiene dos hermanos, uno mayor y uno menor. Ella es la de en medio. Sus padres siguen viviendo en Chicago.
Lo más importante es que se llama Nathalia White y está libre.
Libre para mí.
Libre para amarme.
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Entre Flores y Piropos
ChickLit¿Qué haces cuando, ves al amor de tu vida pasar frente a ti, y ni siquiera sabe que existes? ¿Hacerse el encontradizo? ¿Presentarte ? ¿Y si no sabes ni su nombre? ¿Darle flores? ¿Decirle un piropo? Ashton Baker lo hizo, todo. Y...