¡Voy tarde! Por primera vez voy tarde al trabajo. Camino más a prisa que otras veces. No debí entretenerme tanto buscando que ponerme. Después de todo hoy es un día normal, no hay ninguna visita de inspección con clientes ni nada. Me esfuerzo por no dejar que mi mente se desplace al edificio en construcción, concretamente, al responsable del edificio en construcción.
—Ashton —me gusta decir su nombre en voz alta.
La semana anterior pasó como en medio de una neblina, bueno sí hubo neblina dos o tres días, pero no es a eso a lo que me refiero. Todo empezó tan raro que aún no sé si no estoy en uno de esos sueños locos que tengo a veces.
— ¡Quién fuese príncipe para hacerte mi princesa!
— ¡y si yo fuese rey tú serías mi reina!
Me carcajee interiormente. Nunca creí que llegaría el día en que disfrutaría escuchándolos. Quizá tiene que ver con que el oírlos significa que estoy a punto de ver a Ashton.
Ashton Baker, soltero, 28 años, arquitecto responsable de la construcción de un enorme edificio. Su padre vive en Londres y su madre aquí en Nueva York. Tiene 3 hermanos menores y le gusta el rock. Con traje no tiene pinta de rockero aunque no tengo objeción al traje azul marino sin corbata y con la camisa desabotonada en el cuello. Por un momento creí que iba a desmayarme. Lo había visto desnudo del torso pero en traje y casco ¡ay dios! Vestido así sentí que se me iba el santo al cielo.
Todavía me cuesta creer que he estado hablando con él todos los días. Cuando me dijo eso de volverse ateo ¡santo cielo! Poco faltó para que me le tirara encima riendo de gusto. Afortunadamente me reí pero sin echármele encima. Agité la cabeza y sonreí.
— ¿Acaba de salir el sol? o ¿me has sonreído?
Tropecé y de inmediato sentí que un millar de hormigas me correteaban por todo el cuerpo. Dirigí la mirada a mi brazo que es donde debía estar el nido porque ahí empezaba la corredera; solo que al parecer la mano de Ashton estaba intentando taparlo porque me tenía rodeado el brazo con ella.
— ¿Estás bien? –su voz sonó más ronca de lo normal. Quizá está pescando un resfriado.
Logré darle un penoso sí. Carraspee y le dediqué una tímida mirada.
—Creí que hoy no trabajabas —comentó sonriendo.
¡Rayos! Olvidé que llego tarde a la oficina.
—De hecho se me hizo tarde —intenté caminar pero en ese momento me di cuenta que su mano seguía en mi brazo. Con razón la hormiga atómica había hecho base en mi estómago.
—Perdona —murmuró mientras me soltaba. Podría jurar que se sonrojó pero no estoy segura. En lo que respecta a Ashton no estoy segura de nada.
—No hay problema —volví a sentir el hormigueo y horrorizada vi que ¡Yo! ¡Yo le había puesto la mano en los bíceps! mmm Es fuerte. Y duro.
—Puedes tocar cuanto quieras —sentí su aliento en mi oreja.
De un salto me aparté. ¡Había apretado descaradamente su brazo! Me ardía la cara de vergüenza. Murmuré un hasta luego y huí hacia la otra acera, hacia la seguridad de mi oficina.
A mediodía, como viene ocurriendo desde hace dos semanas, recibí un arreglo floral.
Luego del primer arreglo le pregunté a Emmanuel como supo que era para mí si la tarjeta no decía mi nombre. Según él, el chico de la florería le dijo que había olvidado el nombre de la persona a quien debía entregarlo y cuando él le sugirió que llamara a la florería para preguntar, éste le dijo que no podía hacerlo. Era su primer día y estaba a prueba. ¡Patrañas! No tenía mi nombre porque en ese entonces Ashton no lo sabía. Claro que eso no se lo dije a Emmanuel, yo aún no estaba segura quien me las enviaba y tampoco sabía su nombre.
Finalmente al repartidor "se le ocurrió" describirme y como hasta le dijo que ropa traía puesta, el zorimbo de Emmanuel las recibió y me las entregó. No sé cómo no se le ocurrió pensar que era sospechoso que no recordara el nombre y en cambio supiera como iba vestida.
Tomé la tarjeta de entre las flores y sentí el familiar grabado. Me preparé para leer algún atrevido piropo. Ya tenía una colección de piropos en mi tarjetero. Le eché una mirada y dejé de lado la tarjeta de hoy para tomar las de los días anteriores.
La primera que agarré me la envió el día después de que me preguntó si teníamos algún amigo en común.
¿Crees en el amor a primera vista o vuelvo a pasar?
¡Y vaya si volvió a pasar! Me sonrojé al recordarlo sin camisa.
Agarré otra. Esta me la envió el día siguiente al que hablamos por primera vez. Estuve sonriendo como tonta toda la tarde. Le gustaban mis ojos. Preciosos había dicho. Con esta frase casi estuve segura de su identidad.
Tus ojos son mi mañana
Tomé otra tarjeta. Esta la envió el día que me llamó bombón. Ese día estuve a punto de regresarme y cachetearlo por majadero. Hoy lo recuerdo y no puedo hacer otra cosa que sonreír bobamente.
Envidio al sol porque te acompaña cada día.
La dejé a un lado y agarré otra. Cuando me dijo que se volvería ateo reí como idiota porque recordé esta tarjeta.
No sé si tienes novio. No sé si tienes esposo. Sólo quiero que sepas que, para mí, Dios hizo en ti lo más hermoso.
En ese momento ya no tuve dudas que él era quien me enviaba flores todos los días. Ese día supe también que algo estaba naciendo en mí. Me retorcí en la silla al notar por donde iban mis pensamientos.
Dejé las tarjetas en su lugar con las demás y agarré la que todavía tenía sin leer en el escritorio y le di vuelta. Aspiré ruidosamente al leer. Puse la mano libre en mi boca, no sé si para acallar mi jadeo o para tener algo que hacer con ella.
En este momento mi cerebro solo puede repetir una y otra vez las mismas palabras. Mi mente parecía el protector de pantalla de Oli pasando la misma frase vez tras vez.
Cena conmigo
Ashton B.
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Entre Flores y Piropos
ChickLit¿Qué haces cuando, ves al amor de tu vida pasar frente a ti, y ni siquiera sabe que existes? ¿Hacerse el encontradizo? ¿Presentarte ? ¿Y si no sabes ni su nombre? ¿Darle flores? ¿Decirle un piropo? Ashton Baker lo hizo, todo. Y...