Prólogo

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De repente abrí los ojos, estaba sentado en un asiento tapizado de color rojizo bastante cómodo. Cuando recobré el sentido, me percaté que estaba sentado en un asiento del vagón de un tren. Miré por la ventana y, por desgracia, estaba muy oscuro como para poder divisar algo en el exterior.

Miré a mi alrededor y me dio la sensación de que el vagón era muy antiguo, debido a la gran cantidad de óxido y al olor putrefacto del ambiente. Pero eso no tenía sentido, el olor debía de proceder de otra parte. Me levanté de mi asiento e intenté encontrar la causa de ese olor nauseabundo. Había alguien más en el vagón, un hombre trajeado que lucía una corbata negra como el carbón, zapatos elegantes y un sombrero no muy acorde a este siglo XXI.

Me acerqué cuidadosamente e intenté llamar su atención como podía.

-¿Señor...?- Pregunté sin recibir respuesta-¿Señor?- Volví a preguntar mientras me acercaba peligrosamente hacia él. El olor era más fuerte a cada paso que daba. Le toque el brazo y el cuerpo se deslizó y calló toscamente al suelo. Mi corazón se aceleraba mientras que mi respiración entrecortada se aceleraba con cada segundo que pasaba. Volví a tocarle el brazo, esperando una respuesta. El cuerpo sufrió una violenta convulsión.

Mi ritmo cardiaco se incrementaba por momentos. Miré al cuerpo de aquel señor trajeado, se estaba intentando levantar de manera bastante torpe. Yo estaba en shock, no podía reaccionar, mi cuerpo no respondía. Parecía que aquel hombre iba a darse la vuelta y...

Salté de la cama de tal manera que no sé cómo acabé tumbado en el suelo.

-Ha sido una pesadilla- me decía a mí mismo para poder tranquilizarme después del mal rato que había pasado.

Me levanté del suelo torpemente, ya que tenía mucho sueño y eran las tres de la mañana. Encendí la luz y miré a mi habitación. Todo parecía estar en su sitio, bueno, a decir verdad estaba todo muy desordenado, había libros tirados en medio del escritorio. La ropa estaba puesta de cualquier manera en la silla y encima de la cama. Lo normal en el cuarto de un estudiante medio.

Fui a la cocina a por un vaso de agua y me encontré a mi madre tirada en el sofá, durmiendo con la televisión encendida. Apagué la tele, cogí una manta y arropé a mi madre como ella solía hacerme a mí de pequeño.

Volví a mi habitación haciendo el menor ruido posible, apagué la luz y me tiré en la cama. Tenía que dormir un poco porque mañana tocaba ir a clase.


En memoria de un chico enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora