7.Adrián I: Destino irónico(Reescrito)

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  • Dedicado a Julieta Vecchiola
                                    


 "Cuando los exploradores regresaron trayendo esas caras tan fúnebres, mi viejo corazón se me cayó a los pies. "¿Nada?", insistí. "Nada", me respondieron con la cabeza y la mirada más dolorosa que jamás me habían dedicado. Las ruinas de Alfheim todavía humeaban y sangraban, y aunque el silencio que nos envolvía resultaba inquietante, percibí la mas triste melodía.

Aesir, rey de los Elfos de Luz, había perdido contra Kra Dereth, y el elfo oscuro los había exterminado a todos. A toda una raza de luz."

Memorias de un anciano con demasiados pesares en su corazón.


BOSQUE DE NÁCAR. ZONA MALDITA. 20:30

ADRIÁN

Mientras me alejaba internándome en la Zona Maldita, pude sentir la mirada asesina que la zorra de Grisel me brindaba. Sonreí internamente para mí, me gustaba fastidiar putitas y Grisel se había comportado como una loca psicópata durante la reunión. Quiero decir, no es que el resto del tiempo no se comportara como una, pero además de loca sádica y psicópata, se había portado como una gran zorra, y aunque Maddie era otra putita, la consideraba algo así como mi amiga y no pude evitar ponerme de su parte, al fin y al cabo ella había salvado mi vida tiempo atrás, cuando el propio Dini estuvo apunto de comerme.

Aunque mi memoria había olvidado muchas cosas a lo largo de mi larga vida, todo lo relacionado con la humana y los rebeldes lo tenía bien fresco.

Supongo que os estaréis preguntando cómo es posible que alguien que ha estado apunto de ser devorado por un dinosaurio rosa de cinco metros, pueda seguir hacia delante como si nada. Bueno, digamos que ya estaba acostumbrado a ver cosas muy raras. Mismamente yo soy un ser que debe alimentarse de energía sexual, eso ya es bastante extraño, en mi defensa yo sólo lo hago por necesidad, no como esos silfos depravados que matan humanas por simple diversión.

El parecerme a un actor famoso tenía sus ventajas, sobretodo cuando se es un príncipe renegado que lleva décadas vagando de un lado para otro con una identidad oculta. Mi vida no era nada del otro mundo, pero al menos podía decir que era libre. Si estaba actuando de forma egoísta, me daba exactamente igual. Además, en ese momento con todo lo de la rebelión, sentía que estaba haciendo algo por el bien común. Todo el sistema aristocrático me asqueaba y sin esos idiotas de la Familia Real viviendo en sus palacios de cuento, con sus reglas hipócritas absurdas y su burocracia, creía que me iba a sentir algo mejor. Mismamente Rosalie estaba condenada a casarse con Idril y no hubiera podido hacer nada por evitarlo si no nos conociera a nosotros.

Un íncubo se alimenta de energía sexual, de acuerdo, pero eso no me daba dinero para tener un techo aceptable donde pasar las noches o refugiarme del mal tiempo ni para ropa, porque de mis presas femeninas desde luego no podía obtener sus prendas y vale, podía elegir a un hombre que tuviera mis medidas y vistiera de acuerdo a mis gustos, pero no resultaba muy de mi agrado hacer algo así. Mis poderes sí que resultaban mucho más útiles para conseguir cuánto quisiera, pero las criaturas mágicas tenían sus métodos para protegerse de las demás criaturas mágicas, por lo que frecuentaba mucho más las ciudades exclusivas de humanos que cada vez eran más numerosas. Cuanto más avanzada estuviera la tecnología, menos magia flotaba en el ambiente y eso producía que las criaturas mágicas prefiriesen zonas alejadas de estos núcleos de población. Los humanos habían logrado hacer cosas increíbles con el vapor y sus máquinas monstruosas, y los feéricos eran de entre todas las razas quienes más detestaban las máquinas. Se les había acabado el chollo de secuestrar bebés humanos y todas esas cosas que les gustaba hacer.

Yo no quería volver a ver un hada oscura en mi vida, por lo que definitivamente me instalé entre humanos. Son nerviosos e hiperactivos debido a su corta esperanza de vida, por lo que tienen que hacerlo todo de manera más rápida. Fueron ellos los que inventaron el tabaco y eso me hacía pensar que era el maldito motivo por el que un cigarro duraba tan poco.

Léiriú I: La rebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora