Parte 1: La reina de La Luna
El sol ya no fulguraba en el cielo, la estrella más grande había desaparecido para darle entrada al millón de estrellas y a su centinela, la que daba más brillo en toda esa oscuridad: La Luna.
Ella caminaba campante por aquellas calles, sus ojos castaños atraían a los chiquillos que pasaban junto a ella, su piel trigueña era iluminada por la luz de la luna y su cabello castaño rojizo cubría aquellas orejas puntiagudas que la volvían tan especial.
Hana
Caminar por aquellas calles ya no era una de mis más grandes aficiones. Se había convertido en una constante rutina que ya no me divertía. Quería más. Mucho más. Eso era lo que decíamos todos cuando teníamos esa edad. Por lo menos era así con mi raza.
Al tener entre los doce y veintidós años, teníamos la sensación de que lo que vivíamos era algo muy pobre era algo muy común en todos nosotros. Los adultos decían que se debía a la etapa de formación en la que nos encontrábamos, la nubilidad, un término que se había empezado a usar desde el siglo XX. Según todos, en nuestro cerebro empezaba a haber cambios que afectaban a nuestro cuerpo y nuestra forma de ver las cosas. Yo más bien creía que era la forma en que nos trataban todo el mundo en las hondonadas. Aunque nadie me tomó en cuenta cuando di mi opinión en aquella reunión familiar, según todo el mundo eso también era un efecto de la nubilidad.
Mis sentidos se despertaron cuando sentí que un espectro acercarse. Todos nosotros habíamos nacido con el sexto sentido para detectar las presencias de seres parecidos a nosotros.
Al pasar el espectro a mi lado, empezó a oler mi esencia y mi sangre.
-¿Cuál es tu nombre? –Me preguntó el espectro haciéndome parar mi recorrido.
-No doy mi nombre a extraños –respondí.
-Te puedo dar una buena paga por ti –me dijo.
-No soy lesbiana –le respondí antes de continuar con mi recorrido.
Esta no era la primera vez que vivía una situación como esa. En las últimas semanas, más de un espectro me había propuesto lo mismo.
"Te daré un buen pago por ti" la mayoría me decían.
"No soy heterosexual" o "No soy lesbiana" era mi respuesta más usual.
Era horrible tener que escuchar lo mismo todas las semanas. Todo por no ser como los demás.
Traté de olvidarme de todo eso e intentar concentrarme en lo que tenía que hacer. Caminé hacia la siguiente esquina y doblé hacia la derecha, adentrándome en la zona de los clubes nocturnos prohibidos.
-¡Mamita! –Oí gritar a un chico – ¡Por qué no te vienes conmigo! ¡Hay mucha diversión aquí! –Era siempre lo mismo. Llevar una licra ajustada un top negro sin tiras que dejaba a la vista de todo el mundo una buena parte de tus pechos y de tu cintura no ayudaba mucho a alejar todos los comentarios obscenos.
-¡Mamacita estás más buena! –Me gritó una feo de treinta y algo de años al pasar por uno de los siguientes clubes. Creía que aún pensaban que cualquier chica que pasara les haría caso.
Seguí escuchando varios comentarios obscenos hasta que llegué al lugar donde me enviaron.
-Identificación –me pidió el Gorila de la puerta dando una breve mirada a mis senos.
Saqué de mi cartera mi carnet de identidad. El Gorila, al darle una mirada, me dejó ingresar.
Subí por las escaleras de mármol y al llegar a mi destino, me di cuenta de que tenía que empezar a actuar y trabajar. La reina de la luna había llegado.
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Las cuatro etnias
FantasyDurante muchos siglos los vampiros, los hombres lobos, las hadas y las sirenas y los tritones estuvieron viviendo en paz hasta una noche donde un misterio y el deseo de venganza aparecen y la sed de sangre de todas las razas se vuelve a encender.