Capítulo dos

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-¡Hola mamá, papá! -gritó Casey al abrir la puerta.
La recibió un olor a carne asada. Casey dejó su mochila en la entrada y se quitó las zapatillas. Luego se dirigió a la cocina diminuta, donde sus padres la esperaban.

-Hola, cielo -dijo su mamá mientas cortaba lechuga para una ensalada-. Pasa y lávate las manos. La cena está casi lista. Casey se metió entre los dos y llegó al fregadero. Mientras se lavaba las manos, estudió a sus padres, intentando adivinar algo. Su madre aún llevaba la ropa de oficina: una falda color crema, una camisa blanca, zapatos de tacón y el pelo recogido con un gancho.

"Parece cansada", pensó Casey. Pero después de estudiar su rostro llegó a la conclusión de que no parecía más cansada que otras veces.

Casey observó a su papá, que freía unas chuletas en una sartén. Creyó ver algunos mechones grises nuevos en su cabello pelirrojo, pero no estaba segura.

Cuando se sentaron a la mesa, su papá sirvió las chuletas de cerdo y la ensalada mientras su mamá servía té helado.

-Entonces, ¿cuál es la noticia? -preguntó por fin.

Sus padres se miraron con una sonrisa cómplice. La madre de Casey asintió levemente, como diciendo: "Díselo tú".

-¡Compramos una casa! -dijo el papá de Casey con una sonrisa.

-¿Una casa? -preguntó Casey.

Nadie en Manhattan vivía en casas, excepto las personas muy ricas, y ellos definitivamente no lo eran.

-¿Quieres decir un nuevo apartamento? -añadió.

-no, Casey -respondió su papá-. Una casa de verano, en New Hampshire. Un lugar donde escaparnos de todo.

-Así que iremos allá de vacaciones -dijo Casey cortando la chuleta y sintiéndose aliviada de que eso fuera todo.

-Incluso mejor -respondió su mamá-. Pasaremos todo el verano allí.

-¿Todo el verano?

Casey soltó el cuchillo de golpe.

-Nos marcharemos el día después de que acabe la escuela y volveremos en agosto.

Casey sintió que el estómago se le hizo un nudo. Todos sus planes para el verano se desvanecieron ante sus ojos.

-No lo puedo creer -murmuró.

Cerró los ojos y los puños, clavándose las uñas en la palma de las manos. Así se despertaba cuando tenía una pesadilla. El pinchazo fuerte de sus uñas siempre la devolvía a la realidad. En ese momento apretó los puños hasta que tuvo marcas en la piel, pero cuando abrió los ojos, seguía en el mismo sitio.

-Casey, estás escuchando? -preguntó su papá-. Es una casa antigua lindísima. Cerca de un lago donde podemos ir a pescar, a comer... ¡Quizás hasta me compre un barco! -dijo sonriendo.

"¿Pescar?"

Casey se quedó mirándolo. Lo más cerca que había estado su papá de pescar era abrir una lata de sardinas. Esperó oírle decir que estaba bromeando, Pero él estaba soñando despierto y no pareció darse cuenta.

-¿Dónde está la casa exactamente? -preguntó a su mamá.

-En el pueblo Stillness en New Hampshire. Ya verás cuando conozcas el sitio, Casey. Es una vieja granja con una mecedora en el porche. Nos sentaremos allí a tomar limonada y a escuchar a los pájaros.

-Pero, qué pasará con sus empleos?-dijo, mirando a sus padres-. No pueden dejarlos y ya.

-Este año tu papá decidió no dar clases en la escuela de verano -respondió su mamá- y yo me tomaré unos días libres. Tengo muchos días de vacaciones acumulados e hice arreglos para poder tomarme varias semanas sin paga.

-La casa necesita reparaciones -añadió su papá-. Durante este verano, arreglarla será nuestro trabajo de tiempo completo.

-No puedo creer que hayan comprado una casa -dijo Casey-, toda una casa sin decírmelo.

-Queríamos darte una sorpresa -dijo su papá-. Siempre quisimos una casa en el campo y ya creíamos que nunca ibamos a darnos ese lujo. Pero el precio que pedían por esta casa era increíblemente bueno y los vendedores aceptaron nuestra oferta enseguida... era una oportunidad demasiado buena para dejarla escapar.

-Ya verás, cielo, te encantará -dijo su mamá-. ¿recuerdas lo bien que la pasaste cuando estuvimos en aquel lago en el norte de Nueva York?

-Eso fue una semana, no un verano entero.

Casey no podía creer que sus padres le hubieran hecho eso después de todo lo que Jillian y ella habían planeado. Tenía que haber una manera de escaparse.

-Podría quedarme aquí -dijo Casey de repente, pensando en voz alta-. Podría quedarme con Jillian mientras ustedes van a New Hampshire.

Sus padres parecían molestos incluso antes de que hubiera terminado de hablar.

-Claro que no puedes quedarte aquí, Casey, no seas boba -dijo su mamá-. ¡No podemos pedirle a la familia Morton que te cuide todo el verano!

-¡Pero no es justo! -dijo Casey. Casi nunca respondía así a sus padres, pero esto era demasiado-. ¿No se les ocurrió pensar que podría tener planes para el verano?

-¿Planes? -se burló su papá-. Por favor Casey tienes doce años.

-¡Cumpliré trece en agosto! -replicó Casey-. Y claro que tenía planes. Jillian y yo íbamos a hacer un montón de cosas este verano ¡y se los habría contado si me hubieran preguntado!

-Jillian puede venir a visitarte -dijo su mamá-. New Hampshire no está muy lejos de Nueva York.

-No quiero que Jillian venga a visitarme -dijo Casey, levantando la voz-. ¡Quiero quedarme aquí!

-Casey, ya es suficiente -dijo su papá muy seriamente-. No vamos a seguir hablando de esto hasta que no te Calmes. Ahora, termina tu comida.

-No tengo hambre.

Casey apartó la silla bruscamente. Se paró, se dirigió a su habitación y cerró la puerta con fuerza.

No sirvió de mucho. La habitación estaba justo al lado de la cocina. Escuchó a su papá pedirle a su mamá que le pasara la ensalada y después el tintineo de los cubiertos.
Parecía que estuvieran en la misma habitación.

Casey se acostó en la cama y miró el techo. Se oían pasos de gente que caminaba en el departamento de arriba. En unas pocas semanas estaría en un nuevo dormitorio en una casa en New Hampshire. Intentó imaginárselo, pero solo se le venía a la cabeza la habitación de hotel donde se quedaron cuando fueron al lago en el norte de Nueva York. La alfombra olía raro y durante toda la noche escuchó correr el agua del baño.

Las palabras de Jillian resonaron en sus oídos. Pensó en todos sus planes: la fiesta, la playa, sus primeros novios... Ya no ocurriría nada de eso y se suponía que iba a ser el mejor verano de su vida. Ahora se había estropeado y todo porque sus padres compraron una estúpida casa.

Casey agarró su celular y llamó a Jillian para contarle la mala noticia.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2016 ⏰

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