Capítulo 3

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                Me levanté sobresaltado. Acababa de tener un sueño extraño. Una chica misteriosa se acercaba a mí e intentaba besarme. Con todas mis fuerzas yo intentaba negarme. No sabía quién era y cada vez que intentaba mirarla a la cara sólo veía una sonrisa pícara y su rostro se desdibujaba. Cuanto más intentaba escapar, más insistente la chica se volvía. Sabía que la última secuencia cibernética estaba interviniendo en mi vida; era evidente. Tal vez todo esto estaba influyendo en mí de una manera más fuerte de lo que pensaba. Ahora, todo lo que sabía era que supuestamente era una chica y que seguramente debía cursar conmigo alguna asignatura, seguramente la de los miércoles, dado que después de esa clase había recibido aquella nota. Era jueves y yo no cursaba ese día, así que no tenía ningún plan; excepto leer para las demás materias, lo cual me ocuparía gran parte del día. De repente, recordé que aquella chica misteriosa me había dejado su número de teléfono. Pero sabía lo que tenía que hacer: si aquella chica cursaba conmigo los miércoles, sólo debía esperar al siguiente y mandarle un mensaje en el transcurso de la clase, aprovechando el factor sorpresa. Esa era la única forma de identificar quién era. Sólo debía esperar, y una vez que estuviera en clase le mandaría un mensaje. Quien fuera a quien viera recibir un mensaje y responderlo, sería ella. Era un plan perfecto, brillante. Me sentí orgulloso de mí mismo por haber ideado semejante plan. No podía fallar.

El resto del día transcurrió sin ningún inconveniente. Había leído todo lo que podía para las materias, lo cual había sido bastante. Un segundo. ¿Por qué me preocupaba tanto? No era como si realmente me importara aprobar o promocionar las materias. Calculo que siempre tuve ese estúpido sentido de responsabilidad que jamás supe entender. Por algún motivo extraño yo siempre respondía a la demanda del resto. Si algo se esperaba de mí, lo cumplía. No sabía por qué, pero sentía un gran compromiso con el resto de las personas. Carajo. Yo era tan raro y la vida era tan... carente de sentido. Es decir, uno nace, estudia para desempeñar un trabajo por el resto de su vida hasta volverse un viejo decrépito bueno para nada. O sea, desde el comienzo no hay respiro alguno y una vez que se lo consigue, estamos demasiado hechos mierda para disfrutarlo. Todo el sistema estaba mal, la sociedad estaba mal. ¿Por qué no podía encajar de alguna maldita vez? Cada vez que tomaba el colectivo o me encontraba por la calle, me quedaba observando a la gente. Grupo de amigos charlando, compartiendo risas, anécdotas; como si fuera lo más natural del mundo, como si no requiriera más esfuerzo que el levantar una pluma, fluyendo suave como el viento a través de las hojas de los árboles. Yo también quería reír. ¿Por qué era tan difícil? Igual, ¿para qué querer contar con alguien? Al fin y al cabo, todos te defraudan; no se puede contar con nadie. Mierda. Otra vez estaba siendo contradictorio. Mi mente era un infierno prácticamente literal.

-¡Emilio! ¡Bajá a cenar! –la voz de mi vieja me sacó de mi ensimismamiento.

- ¡Ya voy!

Me tomé unos segundos para terminar de escuchar la canción que estaba reproduciendo en mi celular. Coldplay era una de mis bandas favoritas. Había algo en sus melodías tristes y nostálgicas que permitían fundirme en todos mis sentimientos melancólicos. Era como si, al hacerlo, mi mente viajara hacia recuerdos de mi vida, repasándolos una y otra vez. Me arrepentía de tantas cosas... No sabía por qué lo hacía. Parecía como si mi mente volviera únicamente hacia los momentos malos y llenos de dolor.

-¡Emilio! –ésta vez la voz de mi vieja sonaba molesta -. ¡A comer!

-¡Que ya voy! –grité.

Me saqué los auriculares de los oídos y me dirigí a mi escritorio donde estaba mi computadora para ver cuánto le faltaba, a la película que había decidido ver esa noche, para descargarse. Le quedaba bastante, tal vez debía abandonarla por el momento.

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⏰ Última actualización: Sep 01, 2016 ⏰

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El día que decidió no morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora