-Mi cumpleaños-

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Era veinte de mayo. Por fin llegó el día de mi cumpleaños.

Estaba poniéndome los pendientes, cuando, de repente, "¡Din, don!", llaman a la puerta:

-¡Jessica, llaman, abre la puerta!

-Ve tú, yo me estoy acabando de arreglar -

-Y yo, y son tus invitadas -

-¡Ya voy mamá! - dije con desdén.

¿Tanto la costaba ir ella a abrir la puerta? Pero bueno, ya seguiré arreglándome después de abrir la puerta. Bajé rápidamente y abrí. Detrás estaba mi amiga Raquel, siempre tan puntual y tan divina, con esos pantalones de Ralph Lauren. Tan deportista, pero, a la hora de ir elegante, no falla nunca.

-¡Qué guapa, Raquel! Ya sabes que te quedan genial esos pantalones.

-Gracias, pero tú estás mucho más con ese vestido de Tommy Hilfiger.

-Gracias, siempre sabes que decir - dije con una sonrisa pillina.

-¡Ah! Por cierto, Jess, casi se me olvida, ¡felicidades!

-¡Gracias! Anda, pasa.

A los pocos segundos, volvieron a llamar a la puerta. Era Laura, mi mejor amiga, guapísima con una falda cortita, cortita, de cuero negro.

-¡Hola, Guapa!

-Hola, Jess, ¡felicidades! ¿Ya ha llegado alguien? ¿O soy la primera?

-Ya ha llegado Raquel, ya sabes que es muy puntual.

-Sí, no como Rebeca, que vuelve a ser la última.

-Ya la conoces. ¡Jejeje!

A los diez minutos, llaman por tercera vez consecutiva a la puerta. Las tres fuimos a abrir la puerta.

-¡Hola, Re... ¿Rebeca?! ¿Qué... es...?

-¡Hola, chicas!

Aquella no era la Rebeca que nosotras conocíamos.

No era la Rebeca de pantalones holgados, converses, camisetas sueltas, gorra dada la vuelta y, cuando hacía fresco: una sudadera de Vans, dos tallas más grande que la que debería llevar, por lo menos.

No

Era como si fuera la Cenicienta, le habían hecho un hechizo para estar guapísima para el baile de gala. Llevaba un vestido negro ceñido, con medias negras de espuma y tacones de punta de alfiler.

¡Nos quedamos las tres boquiabiertas! Nosotras también íbamos vestidas para la ocasión, pero en nosotras era algo normal. En cambio, en Rebeca, una chica tan macarra, era algo increíble.

-Que... que... - no le salían las palabras a Raquel de lo sorprendida que estaba.

-...guapa estás - acabó diciendo Laura.

-¿Qué pasa...? ¿Por qué me miráis así? - dijo Rebeca un poco incómoda.

-Tienes... un... un... tienes... - dije sin salir de mi asombro.

-¿Tengo una mancha? Me habré manchado con las patatas que he comido por el camino - dijo Rebeca mirándose rápidamente el vestido.

-¿Cómo? No es... - empieza a decir Laura.

Pero la corta Rebeca.

-¡¿Qué pasa?! ¡Tenía hambre! ¡No me juzguéis! - responde Rebeca malhumorada.

-No... es que llevas un... ¡vestido! - al fin conseguí decir yo - ¿Te has puesto un vestido por voluntad propia?

-¡Aaahh, eso! - dijo Rebeca más relajada - Ya se lo dije a mi madre, ¡¿yo con vestido?!, pero no me ha hecho ni caso y me lo he tenido que poner. Ya conocéis a mi madre, cuando se lo propone, ni "yo" la llevo la contraria - y se empezó a partir de risa.

No temas, yo te sujetoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora