-La muerte-

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- ¡Ey, ey, ey! ¡Ya puedo verla!

- ¿Lo vas a preguntar todos los días hasta que te deje?

- ¡¡SIII!!

- Esos chillidos, te tienes que contener, es por tu bien estar.

- Lo siento. Entiéndelo, por favor, Dani. Necesito verla, es mi madre.

- Sí, lo sé, pero las dos necesitáis reposo, tuvisteis un golpe muy fuerte y, por suerte, a nadie le ha pasado nada grave de verdad.

- Ya... ¿mis amigas están mejor?

- Sí, de hecho... ellas, como estaban mejor que tu madre y que tú, van a venir a verte.

- ¡Qué bien!

- Sí. Anda, túmbate. Vamos a hacerte la rehabilitación de las piernas, mi amor.

El médico que había visto la primera vez que abrí los ojos en el quirófano, se llamaba Daniel.

Era un tipo muy majo, siempre se estaba portando bien conmigo y le tenía cierto aprecio, le había cogido cariño. Bueno, aparte de que me caía genial, era él a quién coger cariño, o a la camilla en la que me tumbaba. Me había dicho, que cuando estuviera lista, podría ir a ver a mi madre y que mis amigas me iban a visitar en unos días y estaba muy feliz.

Si tenía que ser él mi única compañía durante unas cuantas semanas, me alegraba. Era una persona encantadora y constantemente me intentaba alegrar el día.

Habían pasado ya dos semanas desde lo del accidente, y no había podido ver ni a mi madre ni a mis amigas y por eso tenía tantas ganas de poder verlas, pero, si él me decía que me avisaría cuando pudiese, yo le haría caso y esperaría, aunque eso me desesperara.

- Acuéstate, que ya es hora de dormir.

- Gracias - le dije sonriendo.

Se giró - ¿Por qué?

- Por portarte tan bien conmigo y cuidarme tanto.

- Es mi trabajo el cuidar de las personas - y sonrió.

- Ya, pero otro podría sólo venir y hacerme la rehabilitación e irse. Tú, en cambio, te quedas aquí y si no puedes, vienes en cuanto estás libre. Así que ¡gracias!

- De nada mi niña - y me dedicó una sonrisa - No quiero que te pase nada. Y ahora duerme y descansa.

Al despertar, todavía no había llegado Dani. Así que seguí tumbada para esperarle. Nunca solía tardar mucho, así que no me importaba. Tal y como había supuesto, llegó dos o tres minutos después, pero la persona que entró no era Daniel.

- ¡Jess, estaba muy preocupada!

- ¡Laura! ¡Yo también! ¡Menos mal que no te ha pasado nada malo - no salía de mi asombro.

Era Laura, mi mejor amiga. Y después, entró Rebeca. Tenía el brazo roto, y se notaba que estaba mal, pero lucía una sonrisa.

- ¡Hola, Jessica! ¿Ves como no soy siempre la tardona? Esta vez he sido la segunda.

- ¡Jajaja, que graciosa! ¡Hola, gordita mía!

La última fue Raquel. Ella también estaba mal e iba con muletas, porque estaba con una herida grave en la rodilla.

- ¡Hola, Raquel! ¡No sabéis como os he echado de menos, mis peques!

- ¡Hola, Jess! Estábamos nosotras también muy preocupadas por ti.

Me puse a llorar de la emoción y me abrazaron. Hacía mucho que no las veía y que no tenía contacto con ellas. De pronto, se abrió la puerta: era Dani.

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⏰ Última actualización: Aug 28, 2016 ⏰

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