Siestas con Ken

444 53 13
                                    


Al principio piensan que es todo cosa de Davis, pero con el tiempo se dan cuenta de que hay algo más.


Ken es un muchacho muy dulce. Desde que dejó de ser Digimon Emperador y volvió a ser solo el muchacho normal que era antes, se ha esforzado en muchas ocasiones para demostrarles que es de fiar y, a día de hoy, ninguno de ellos dudaría a la hora de dejar la vida en sus manos. Es una persona responsable e inteligente, pero todos le quieren por lo dulce que es. Un poco porque es tímido, un poco porque todavía tiene miedo de que piensen de él lo que no es, busca complacerles a todos y nunca se le escucha decir que no a nada de lo que le proponen. Suele tener las mejillas ruborizadas pero siempre tiene las palabras correctas para cada ocasión y es imposible pillarlo con la guardia baja.

Por eso a todos les extraña la cara de sorpresa que pone la primera vez que le pillan con la cabeza de Davis reposada sobre sus rodillas. Está leyendo un libro de poemas japoneses, tiene una mano hundida en los cabellos puntiagudos del Motomiya y les mira como si le hubieran pillado haciendo algo realmente mal. Más tarde todos le aclaran que no piensan que nada de eso sea malo, pero que les ha impactado la situación y que tranquilo, que saben que ha sido todo cosa del vago de Davis.

— Se duerme de maravilla sobre las piernas de Ken — se defiende este con un encogimiento de hombros cuando los otros se atreven a preguntarle un porqué. No parece ver nada malo o extraño en sus hechos, absolutamente inocentes, y hasta admite haberlo hecho otras veces con anterioridad, defendiendo que por algo son mejores amigos —. No sé si es por cómo huele o porque es blandito, pero el caso es que duermo las mejores siestas cuando estoy con él.

A partir de ese momento empieza a resultar normal encontrarse a Davis profundamente dormido sobre Ken y su regazo, con este sonriendo entre tranquilo y avergonzado mientras el otro dormita tan tranquilo. Y a nadie se le ocurre volver a hacerse preguntas extrañas.



La siguiente persona en caer rendida ante los poderes de Morfeo de Ken es Yolei. Ella y el muchacho llevan saliendo juntos un par de semanas (porque se gustan el uno al otro y porque Ken nunca habría sido capaz de decirle a Yolei que no), y después de algunas citas la muchacha ha terminado roncando graciosamente sobre Ichijouji en el sofá del salón de los padres de él. Ken la encuentra muy mona en ese momento, y Yolei admite más tarde haber dormido, sin proponérselo, la mejor siesta de su vida entera.

— Yo creía que lo que pasaba era que Davis era un poco tonto. Más de lo que creíamos de antes — les explica, ganándose una mirada molesta por parte del mencionado —. Pero es cierto que Ken tiene un no sé qué que te hace dormir bien.

No pueden profundizar mucho en el tema porque Davis defiende que esto es lo que él ya les había explicado y que no se las dé ahora de lista solo por ser la novia de Ken, porque no ha hecho nada especial para merecerlo y porque, por supuesto, nunca llegará a entenderle tanto como él porque claro, son mejores amigos y él es quién ha descubierto su superpoder de almohada humana. Yolei y él se pelean muy fuerte y tienen que separarlos antes de que lleguen a las manos.



Desde que realizaron el ADN digievolución tiempo atrás y sintieron una el corazón de la otra dentro del pecho, Yolei y Kari se han convertido en grandes amigas. Todo el mundo sabe que las amigas comparten todo tipo de cosas —hasta puntos en que a veces rozan lo raro—, y por eso Yolei trae un día a Kari a su casa, la planta delante de Ken y la presiona para que pruebe a dormirse un rato encima de su novio.

— Verás, Kari, que es casi una experiencia religiosa — la insta con naturalidad, ignorando deliberadamente la incomodidad de su amiga y la expresión de sorpresa genuina en el rostro de Ken, que las esperaba haciendo los deberes —. Yo voy a bajar al supermercado un momento a buscar algo para merendar, por si todavía estás despierta cuando vuelva.

Siestas con KenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora