Habitación 104

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Marylin no vivía aquí, pero venía cada mes. La primera vez que vino, cuando la vi, pensé que era la mujer mas hermosa que había visto en mi vida. La tercera vez ya había perdido parte de su belleza a mis ojos. Ojalá fuera porque la segunda vez me había contado su historia u quizás era sólo una de esas personas que parecen las más hermosas del mundo a una mirada superficial. Pero cuando las encuentras más veces, empiezas a ver todos sus defectos.

No sé, pero a veces su vida me parecía tan absurda que he pensado que ella me hubiese contado sus fantasías u sólo había inventado para darme pena y pagar menos.

Su vida había empezado en un pueblo de los Estados Unidos. Uno de esos donde no hay nada y la población es poco numerosa. Su família era pobre y ella era la mayor de cinco hijos. Sus padres no le permitieron estudiar porque tenía que ocuparse de sus hermanos mientras ellos trabajaban.

A los quince años, sólo conocía su casa, su familia y los Johnson, la familia que tenía una pequeña tienda de comida, donde ella iba con su madre de vez en cuando. Al cumplimiento de los dieciséis, su padre decidió que ella tenía que aprender a conducir, para poder ir a hacer la compra sin su madre. Así empezó a ir al pueblo cada semana y a ver Martin Jonshon. Él era un señor de treinta y cinco años. Su mujer era muy flaca y nunca sonreía, lo contrario de Marylin. Ella estaba siempre alegre, ignorando lo malo que hay en las personas. El Señor Johnson era muy gentil y siempre se quedaban hablando. Marylin empezó a sentir algo por él, y el hombre se dio cuenta de eso en seguida. Una tarde, estaba poniendo algunas cosas en el trasero, su mujer había vuelto a casa con los niños para hacer la comida, cuando la chica llegó. No viendo nadie, ella fue en busca del hombre que pareció más sonriente de lo normal. Ella le pidió las cosas que necesitaba, pero él le dijo que podía cojerlas de las estanterías ahí donde estaban. Ella se fue buscado y, mientras intentaba coger un paquete de harina, sintió una presencia detrás. Se quedó inmóvil, llena de miedo. Después de algunos segundos él hombre la bloqueó con su cuerpo. Ella podía sentir algo duro presionar contra la parte baja de su espalda. No hizo nada, habría podido gritar, pero no quiso. Él hombre empezó a tocarla, ella tenía miedo, pero sentía también un gran placer crecerle adentro. Así dejó que esas manos expertas la exploraran y perdió su virginidad.
Martin le dijo que la amaba, pero que tenían que verse en secreto porque era demasiado pequeña. Pero, cuando habría cumplido dieciocho años habría dejado su mujer para quedarse con ella.
Marylin pasó dos años muy felices, se sentía mujer y, aunque sus encuentros fueran rapidos y selvajes, sabía que Martin la amaba y habría dejado su mujer por ella. Estaba convencida de que habría realizado su sueños: tener una família, un marido que la amaba y unos hijos felices. Eso quería y no le parecía mucho, pero se dio cuenta muy temprano que la vida no siempre te da lo que deseas.

Había cumplido los dieciocho unos meses antes, cuando se dio cuenta que una nueva vida nacía en ella. Estaba tan contenta, ese embarazo era la señal que había llegado el momento de realizar su sueño con Martin. Él no estaba de la misma idea. Dijo a la chica que ese niño no podía ser suyo, que era una puta y quizás quien era el padre de esa "cosa". Marylin corrió a su casa, llorando. Sus padres le hicieron miles preguntas y al final contó que estaba embarazada, pero no quiso decir quien era el padre. Ellos, aunque fueran pobres, no quisieron librarse de ese problema. Así que ella se quedó en casa nueve meses y su madre fingió un nuevo embarazo. El pequeño Patrick era un niño hermoso, que se parecia a su madre.

Pasaron tres años y Marylin creció su hijo como si fuera su hermano. Había encontrado un trabajo de camarera en una cafetería donde se paraban muchos camioneros. Así encontró Mark, un chico rubio con dos enormes ojos azules. Se veían cada viernes e al final acabaron juntos. El le hablaba de todos los lugares que había visto, de todas las personas que había conocido. Marylin empezó a darse cuenta de que había mucho afuera de su pueblo, que el mundo no era sólo eso. Nació en ella la gana de ver más, de conocer más. Quería ver ese mundo en el que nunca había pensado.
Por dos meses pensó que había llegado su momento de felicidad. Había pensado que algún día se habría largado de ahí con su nuevo amor.
Martin, celoso de Mark, había contado a todo el pueblo que ella había intentado seducirlo y él la había rechazado, por supuesto. La gente había empezado a mirarla mal, a insultarla cuando caminaba por el pueblo. Así que la voz llegó a Mark, que probablemente no estaba tan enamorado, porque creyó a las voces y se fue sin volver.
Ella decidió no llorar, aunque estuviera sufriendo, Martin, Mark y ningún hombre merecían sus lágrimas. Una noche, besó Patrick, dejó una letra a sus padres y se fue. Viajó mucho, trabajando en muchas cosas, ilegales y poco honradas también. Conoció muchas personas pero no se quedó con nadie, descubriendo un alma mala y obscura en muchas de ellas. Nunca, pero, había parado de pensar en su pequeño Patrick.
Después de dieciséis años, los pensamientos por su hijo eran demasiado fuertes y ella decidió volver a su pueblo. Nadie la reconoció, nisiquiera su madre cuando sonó el timbre de su puerta. Sus padres habían envejecido, pero en su casa y en todo el pueblo, el tiempo parecía haberse parado. Su madre le contó que Patrick, se había ido a Europa e que sus últimas cartas llegaban de una ciudad de España. Me pareció una coincidencia muy curiosa que yo también viniera de Estados Unidos, pero nunca le dije nada.
Por eso Marylin venía aquí. Cada mes venía a ver su hijo, pero nunca había tenido el coraje de decirle quién fuera. Me he preguntado mucho quién podía ser, pero la ciudad era grande y no lo habría podido conocer.

Era el cinco de junio cuando llamó aquí y me contó que estaba muy mal, por eso eran tres meses que no venía. Me dijo que había intentado luchar, per no podía vencer, y en unos días habría llegado su fin. Me contó que su hijo no se llamaba Patrick, su nombre era James, como yo. Yo era su hijo. Cuando llegué al hospital donde estaba, ella ya había dejado este mundo y me miraba desde el otro.

Hotel Pastor - Sólo sueños rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora