Capítulo Tres - Detención

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Caminaba con un pensamiento en la cabeza, ¿Cuál era el protocólo? No lo sabía puesto que en mi clase nunca se había perdido nada, nunca habíamos tenido un ladrón en la clase, y ahora el ladrón era ni más ni menos que yo mismo, fue en ese momento que me doy cuenta que yo no tendría porque estar pasando por esto, realmente no había sido yo, y por mi somnolencia, por no haber descansado durante la noche y por haberme quedado dormido en clase estaba apunto de se castigado por un celular que ni conocía, todo pasaba tan rápido que no había tenido tiempo de asimilar realmente lo que estaba pasando y mucho menos de hablar una sola oración clara, me mantenia diciendo: sí, no y no lo sé. Estuve apunto de decir que no había sido yo, pero recordé lo que dijo el director Sabínez, que el creía en mi y que solo era protocólo, así que me calmé y evité culpar a alguien más que tampoco sabía si era o no el culpable.

Llegamos al baño de hombres y lo primero que veo son tres tipos orinando y jugando entre si, eran del equipo de futbol, riéndose descaradamente de alguna situación que era obvio que divertía a los tres, y entre ellos Diego, un tipo alto, 10 cms. más alto que yo, cabello castaño, que brillaba ante el sol casi dejandolo rubio, ojos negros y voz gruesa, que intimidaba al hablar, no solo a mi, sino hasta a algunos profesores, y los que no eran intimidados al menos le tenían sumo respeto, él y yo no eramos grandes amigos, si nos saludabamos, es decir, el me saludaba a mi, yo al verlo me quedaba sin hablar debído al billón de insectos que revoloteaban en mi estomago con solo verlo; en fin uno de ellos nos miró entrar de reojo y les aviso a Diego y su compañero de futbol que se fueran, ambos terminaron de orinar instantaneamente y se dispusieron a salir, pero Diego lo tomo con calma, termino a su ritmo y se dispuso a lavarse las manos, unicamente diciendo Buenos días Mario, a lo que el prefecto le respondió: Buenos días Diego, Diego preguntó que sucedía y Mario le contó de manera breve que tenía que realizar el protocólo de seguridad, ¿Y qué no se necesita un testigo para esto? No puedes hacerlo solo, va encontra de las reglas, dijo Diego; Mario asintió diciendo: quedate, que mejor testigo que tú, el futbolista del año, Diego me miró a los ojos y fruenciendo el ceño asintió, y con voz firme y gruesa dijo: Está bien, seré tu testigo.

Mario me miró y dijo, solo debes quitarte la ropa, sacudirla y ponertela nuevamente, no creo que tengas problemas, después de eso iras a detención por haberte quedado dormido, me sonrojé completamente, no por estar desnudo, me gusta mi cuerpo, sino por el hecho que tenía a Diego enfrente de mi, quede inmovil hasta que Diego preguntó ¿Quieres que le ayude?, Mario respondío solo si Eduardo lo pide, solté una risita muy forzada y dije, puedo solo, gracias. Me comencé a quitar la ropa, primero la playera, dejando ver mi pecho desnudo, estaba sudando para entonces, así que para terminar rápido me di prisa, me quite los zapatos y el pantalón, dejando ver mi boxer y un miembro que de no ser por todo lo que estaba pasando y la verguenza, lo más probable es que ya estuviera reaccionando, pero afortunadamente no fue así.

Por último quedé en boxer, antes de quitarmelo levante la mirada y vi a Diego y pasó lo peor en el momento más equivocado, mi corazón se aceleró al mirar a Diego y su sonrisa burlona, comenzó a golpetear todo mi pecho y cuando el habló y escuché su voz gruesa y mandona nuevamente diciendo: no tengas pena, no es nada que no hayamos visto antes; se me detuvo el corazón por un momento y un segundo después comenzó a latir a más no poder, y no solo eso, el resto de mi cuerpo comenzo a reaccionar también, creí que moriría de la verguenza cuando dijo Diego las palabras exactas en el preciso momento: venga muchacho, dese la vuelta si lo hace sentir mejor; no lo pensé dos veces, me di la vuelta, dandoles la espalda y justo en ese instante, todo mi cuerpo estaba emocionado, mis partes de hombre habían reaccionado mejor que nunca, mi miembro estaba totalmente listo para lo que fuera.

Diego se acercó a mi y me dijo por la espalda: vamos a revisar tu ropa y luego te vistes, y sentí como sonreía a mi espalda con esa sorisa burlona que solo él podía hacer.

Diego se acercó a mi y me dijo por la espalda: vamos a revisar tu ropa y luego te vistes, y sentí como sonreía a mi espalda con esa sorisa burlona que solo él podía hacer

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El baño de HombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora